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Dominación de La Habana por los Ingleses
en El Ayuntamiento de La Habana
Reseña Histórica
en La Habana
en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

La escuadra inglesa entrando en La Habana.
La escuadra inglesa entrando en la Bahía de La Habana

“La guerra entre España e Inglaterra. -Juan de Prado Portocarrero. -La escuadra británica frente a la Habana. -Situación de la plaza. -Conducta de los miembros del Ayuntamiento a través del sitio. -Reunión del Cabildo para conocer las bases de la capitulación. -La personalidad propia del gobierno municipal. -Actitud de los Alcaldes y Regidores. -Vigencia de las Ordenanzas de Alonso de Cáceres. -Nombramiento de Teniente Gobernador por el Conde de Albemarle. -Sebastián de Peñalver Angulo. -Una sesión memorable. -El juramento de los capitulares. -Gonzalo Recio de Oquendo. -Prestigio e importancia de los elementos institucionales.


“Las medidas coercitivas de los fueros y del libre desenvolvimiento del Cabildo de la Habana dictadas en los dos primeros tercios del siglo XVIII, como obedeciendo a un plan preconcebido, resultaban injustas hasta no más. Habíase formado, en el concepto de lo que tales cosas realizaron, una fama sin duda desfavorable para el Ayuntamiento de la capital de Cuba. Olvidaban que el gobierno local, continuando sus componentes la tradición originaria de los primeros habitantes de San Cristóbal de la Habana, sabía mantenerse celoso y apasionado de las prerrogativas y los progresos de la comunidad. De exceso en exceso, las cortapisas creadas a la iniciativa municipal llegaron a parecer invencibles. Pero el curso de los acontecimientos y las vicisitudes humanas se encargaron de ofrecer ocasión propicia para que el Cabildo de la Habana pusiera de manifiesto la entereza y valía de sus miembros y la vitalidad de que se hallaba poseído en el orden institucional. Coyuntura tan necesaria y oportuna estuvo constituida por el sitio, la toma y la dominación de la Habana por los ingleses, borrasca en medio de la cual el Ayuntamiento logró sostener su prestigio inalterable.


“El pacto de familia celebrado entre Carlos III, Rey de España, y Luis XV, Rey de Francia, dio origen a que Inglaterra le declarase la guerra a España en enero de 1762. La noticia de este suceso llego a conocimiento de Juan de Prado Portocarrero, Gobernador de la Isla entonces, el 26 de febrero. Tan pronto como la suprema autoridad de la colonia supo la importante nueva convoco a una junta de guerra, la que formaron los generales de mar y tierra en servicio a sus órdenes, el ordenador de marina, los coroneles de los distintos cuerpos y los capitanes de navíos anclados en el puerto de la Habana. Por acuerdo de dicha junta se suspendieron los trabajos de construcción en la maestranza del Arsenal y se dispuso que cuantos realizaban esos trabajos se incorporaran a la fuerza de la plaza, que se hicieran más nutridas las milicias y que se formaran padrones de los individuos que hubiera capaces de tomar las armas. Al propio tiempo, Prado pidió a la corte refuerzos de gente veterana y cuatro mil quintales de pólvora, sin descuidar por ello la remonta y reposición del cureñaje en las baterías y la continuación de las obras en la fortaleza de la Cabaña (1).


Ocupación del castillo de El Morro de La Habana por los ingleses.
Ocupación del castillo de El Morro por los ingleses

“En tanto, la Gran Bretaña, deseosa de inaugurar la guerra de manera sonada, había ideado la conquista de la Habana, y a ese fin dispuso que veintiséis navíos, veinticuatro fragatas y tres bombardas, al mando del Almirante Sir Jorge Pocock, y conduciendo un cuerpo de ejercito de más de doce mil hombres a las órdenes de Sir Jorge Keppel, Conde de Albemarle, salieran para Cuba y cayeran sobre la capital de la Isla. Fue el 6 de junio cuando, al amanecer de un claro día, los habaneros al despertar pudieron presenciar, rompiendo la faja oscura del horizonte, el desfile lento de la enorme escuadra ansiosa de combate. La Habana era entonces una población de unas setenta mil almas, incluyendo sus distritos, y estaba cerrada por tierra por una muralla que, partiendo del castillo de la Punta, llegaba hasta el otro extremo por la que es hoy calle de Monserrate. Componían la Habana los barrios de Santa Teresa, Paula, Merced y San Isidro. Fuera de las amurallas se levantaban algunas casas y numerosos bohíos. Lo demás era monte firme, matorrales cruzados por arroyos, terreno quebrado y áspero. Fortalezas existían las de la Punta, el Morro, la Fuerza, residencia del Capitán General, la Cabaña y los reductos de la Chorrera, Cojímar y Bacuranao.


“Vano fue el esfuerzo realizado por los españoles, vanos fueron los actos de heroísmo llevados a cabo en defensa de la ciudad durante los dos meses de brega. Al cabo, el jefe supremo de la plaza, el Mariscal de Campo Prado Portocarrero, aceptó las bases de la capitulación, y el 14 de agosto entró en la Habana el Conde de Albemarle, haciéndose cargo de la misma. Durante el sitio, mientras el cañón atronaba el espacio y era la muerte centinela constante de toda casa de familia, cuatro miembros del Ayuntamiento, viejos y achacosos, se refugiaron en sus haciendas. Fueron éstos el Alcalde Pedro Santa Cruz, el Alférez Real Gonzalo Recio de Oquendo y los Regidores Sebastián de Peñalver y José Cipriano de la Luz. En cambio, otros de los componentes del gobierno municipal, el Alguacil Mayor Pedro José Calvo y los Regidores José Martín Félix de Arrate y Félix de Acosta, permanecieron dentro del recinto, dedicados a la distribución de víveres y al surtido y cuidado de los hospitales, atestados de heridos y enfermos. Otro miembro prominente del Cabildo, el Regidor Conde de Bayona, estuvo en funciones de Teniente Coronel de las compañías de milicias, entretanto su hermano Laureano Chacón y Luis José de Aguiar, valientes y denodados, se mantuvieron, al frente de la tropa brava y aguerrida, combatiendo mientras duro el asedio. También el Alcalde de la Santa Hermandad, Jacinto Barreto, estuvo desempeñando ocasionalmente el cargo de preboste y perseguidor de malhechores en las afueras de la plaza (2).


“Razones sobradas fueron esas, con otras no enumeradas, para que no pudiera el Cabildo celebrar sesión durante los dos meses del sitio de la Habana por los ingleses. Reuniose, al fin, el 14 de agosto de 1762 para conocer las bases de la capitulación enviadas por Prado Portocarrero. Presentes el Alcalde Ordinario Miguel Calvo de la Puerta, el Alguacil Mayor Pedro José Calvo de la Puerta, el Correo Mayor José Cipriano de la Luz, el Receptor de Penas de Cámara Cristóbal de Zayas Bazán, José Martín Félix de Arrate y Sebastián de Peñalver Angulo, fue abierto por el Escribano del Cabildo el pliego a éste dirigido por el Mariscal de Campo Juan de Prado Portocarrero, expresivo de la capitulación y entrega de la Habana a los representantes del monarca británico. Leídas la carta de Prado Portocarrero y las bases de la rendición, el acuerdo adoptado consistió únicamente en responder al caudillo vencido que había el Ayuntamiento recibido dichos papeles, que quedaba instruido de su contexto y que ajustaría al mismo en lo sucesivo sus actos y resoluciones. El gobierno municipal, tenido en consideración en los momentos difíciles, era reconocido como potestad de grande importancia en la colonia. Pero hubo aun más. Al día siguiente, el 16 de agosto, concibió una oportuna excitación enderezada a todos los habitantes de la ciudad y sus inmediaciones, para que, restituyéndose a sus moradas, continuaran dedicados a sus habituales ocupaciones. Harto evidenciaba todo ello que el Cabildo, -penetrados sus componentes de que eran, tanto entonces como antes de la dominación inglesa, los mandatarios legítimos de la localidad,- sabía estar a la altura de sus funciones, asumiendo la representación del pueblo y trazándole normas de conducta en momentos de natural, verdadera confusión (3).


La toma de La Habana por los ingleses.
La toma de La Habana por los ingleses

“El Ayuntamiento, en medio del caos que siempre acompaña las situaciones de la índole de la que la Habana a la sazón experimentaba, se ocupó en poner de relieve su personalidad propia, ya frente al orden de cosas por el imperio de la fuerza creado, ya en sus relaciones con el poder español. Regida la Habana por las autoridades inglesas, los miembros del Cabildo no anduvieron con ambages ni rodeos para manifestar su lealtad al estado político de que procedía el ejercicio de sus cargos. El 20 de agosto, encontrándose aun en la Habana el Mariscal de Campo Juan de Prado Portocarrero, pidiéronle, y él la extendió, certificación de que habían acudido a la defensa de España, procurando con amor y celo los medios de dificultar el intento de los invasores (4). En sesión extraordinaria celebrada a ese solo efecto cinco días después, el 25 de agosto, el Ayuntamiento acordó dar cuenta al soberano español de que, sitiada la plaza por fuerzas navales y terrestres pertenecientes a la Gran Bretaña, al cabo de sesenta y cinco días había tenido que rendirse, sin que fuera bastante a evitarlo la concurrencia de los capitulares a cuanto pudo contribuir al mayor auxilio de la ciudad.


“La situación del gobierno municipal, entretanto, era respetada por el Conde de Albemarle, nuevo Gobernador de la Habana. El conquistador no alteró nada especial, y el Ayuntamiento continuó con sus Alcaldes y Regidores, elegidos anualmente y encargados tanto de la administración local como del ejercicio de la justicia ordinaria (5). El Ayuntamiento, en sesión del 26 de agosto, acordó enviar al Gobernador inglés, para que resolviera lo oportuno, la ley que regía la corporación: las Ordenanzas Municipales debidas al Doctor Alonso de Cáceres (6). Precisamente en aquella fecha el Conde de Albemarle nombró al Regidor Sebastián de Peñalver Angulo para que fuera su Teniente Gobernador y, con jurisdicción ordinaria, presidiera el Cabildo, usando de la misma en todos los casos y en todas las cosas, así civiles como criminales, de concierto con lo prevenido en los que él llamaba estatutos españoles (7). En cuanto se desarrollo entonces se mantuvo la integridad institucional. Cuando, en 6 de septiembre, el Ayuntamiento dio posesión del oficio de Teniente Regidor a Gabriel de Peñalver, hijo de Sebastián de Peñalver Angulo, se hizo constar que el nombramiento extendido y el procedimiento seguido se ajustaban a preceptos enamados de la corona española (8).


El Ayuntamiento de la Habana. -Tomo de actas de pergamino, del año 1762, que contiene el documento original remitido por el conde de Albemarle, Comandante de la Escuadra y del Ejército de S. M. B., al Gobernador de la Habana, Juan de Prado para la rendición de la plaza y navíos españoles en su puerto..
Tomo de actas de pergamino, del año 1762

“Patentes eran las muestras de entereza del Ayuntamiento. Además de la conducta por la corporación observada a través de los graves sucesos acaecidos, hubo la actitud asumida por algunos de sus individuos, colocados frente al conquistador. Ya el Alcalde Ordinario Pedro Santa Cruz, al designar el Conde de Albemarle su Teniente Gobernador, alegó enérgicamente que el nombramiento debía entenderse sin que irrogara perjuicio a su autoridad (9). Pero lo más notable, por su gravedad y trascendencia, ocurrió con motivo de la sesión celebrada el 8 de septiembre de 1762, en la cual los miembros del cuerpo municipal dieron pruebas de hidalgo amor y profundo respeto a España. Citado el Cabildo a sesión extraordinaria, ésta revistió gran lucimiento. Tuvieron los capitulares que entrar en la casa consistorial entre dos filas de granaderos, aparatos que, sin embargo, no lograron sobrecoger a los representantes del pueblo habanero. Cuando el caudillo inglés hizo su aparición, resplandeciente de gozo y luciendo sus insignias y condecoraciones, acaso pasó por la mente de alguno de aquéllos la idea de que se iba a perpetrar un acto de violencia, mas ninguno se amedrentó. El Conde de Albemarle abrió la sesión con un discurso pronunciado en su lengua y que explicó en castellano el intérprete Miguel Brito. Concretábase, severamente, a advertir que, conquistada la Habana por las armas de Jorge III, éste era ya el verdadero soberano de los presentes, y que a él estaban obligados a jurar obediencia y vasallaje todos. A tamaña exigencia, según la observación de Pezuela, se sobrepuso un destello de altivez nacional que brilló en los rostros de los componentes del Cabildo, y una intrépida voz se alzó al instante para traducir sus sentimientos.


“"Milor, exclamó el Alcalde D. Pedro Santa Cruz, somos españoles y no podemos ser ingleses: disponed de nuestros bienes, sacrificad nuestras vidas antes que exigirnos juramento de vasallaje a un príncipe para nosotros extranjero. Vasallos por nuestro nacimiento y nuestra obligación jurada del señor D. Carlos III, rey de España, ese es nuestro legítimo monarca, y no podríamos, sin ser perjuros, jurar a otro. Los artículos de la capitulación de esta ciudad no os autorizan más que a reclamar de nosotros una obediencia pasiva, y esa ahora os la prometemos de nuevo y sabremos observarla" (10).


“No se sintió el conquistador herido ilegítimamente, ni pretendió, luego de escuchar palabras tan nobles y sinceras, imponer a todo trance su criterio. Por muy decidido que fuera el Conde de Albemarle a la sesión a conseguir su objeto, encontraron aquellos puros sentimientos eco en su pecho de hombre justo. La forma del juramento fue variada en términos satisfactorios para los capitulares de la Habana. La obediencia y la fidelidad prometidas a Jorge III no podían estar más sujetas a condición, pues que resultaron juradas para mientras durara el dominio de la Gran Bretaña en la Habana y con los aditamentos de que seguirían sometidos a las leyes emanadas del poder español y que se abstendrían de tomar armas a favor o en contra de ambas majestades en guerra. (11). La vida propia del gobierno municipal, al cabo de tales novedades, persistía incólume, a despecho de cuanto pudiera acontecer respecto de la soberanía del estado, y, penetrado el Ayuntamiento de que era la representación política de una sociedad local, continuó en sus funciones salvando su decoro para con los de arriba y atendiendo sus deberes para con el pueblo (12).


La puerta de Monserrate en la muralla de La Habana.
La puerta de Monserrate

“Cabalmente un mes después de la caída de la Habana en poder de los ingleses, y como para determinar de una vez ya la marcha que seguirían los asuntos municipales, hubo cambios de no escasa significación alrededor del Cabildo. Al Regidor Sebastián de Peñalver Angulo reemplazó en las funciones especiales de Teniente Gobernador, su colega Gonzalo Recio de Oquendo (13). Convocado el Ayuntamiento a sesión extraordinaria, y presente el Conde de Albemarle, dijo el Gobernador que, por los infinitos negocios que demandaban atención y a fin de que fueran con más prontitud y brevedad despachados, era necesaria la asistencia de persona versada en la lengua y las leyes del país (14), razones a virtud de las cuales había nombrado Teniente Gobernador, con autoridad y prerrogativas bastantes, a Gonzalo Recio de Oquendo, en consideración a sus grandes propiedades, nobleza, penetrante sabiduría y experiencia en la legislación de la Isla (15). Con tales ocurrencias quedó entonces encauzado el gobierno local de la Habana hasta el final de la dominación británica. También para el conocimiento de los términos de la paz concertada entre los soberanos de España y la Gran Bretaña se le tuvo en cuenta (16). Fue en suma, el de la ocupación de la Habana por los soldados de Jorge III, un período de prueba en que, bajo una soberanía extranjera, conforme se ha observado con mucho acierto (17), el Ayuntamiento evidenció el prestigio y la importancia de los elementos institucionales constitutivos de, su personalidad.”


* * *

(1) Historia de la Isla de Cuba, por D. Jacobo de la Pezuela... Madrid, 1868, t. II, p. 458-459.”


(2) Ibidem, p. 539.”


(3) Dr. F. Carrera y Jústiz. Introducción a la Historia de las Instituciones Locales de Cuba... Habana, 1905, t. II, p. 161-162.”


(4) Cuba: Monografía histórica que comprende desde la pérdida de la Habana hasta la restauración española, por Antonio Bachiller y Morales, Habana, 1883, p. 107.”


(5) Ibidem, p. 166.”


(6) Dr. F. Carrera y Jústiz. Introducción a la Historia de las Instituciones Locales de Cuba... Habana, 1903, t. 11, p. 162.”


(7) Cuba: Monografía histórica que comprende desde la pérdida de la Habana hasta la restauración española, por Antonio Bachiller y Morales, 1883, p. 108-109.”


(8) República de Cuba. Municipio de la Habana. Memoria anual... Habana, 1911, p. 187-188.”


(9) Cuba: Monografía histórica que comprende desde la pérdida de la Habana hasta la restauración española, por Antonio Bachiller y Morales, Habana, 1883, p. 106.”


(10) Historia de la Isla de Cuba, por D. Jacobo de la Pezuela... Madrid, 1868, t. II. p. 541.”


(11) República de Cuba. Municipio ele la Habana. Memoria anual... Habana, 1911, p. 290.”


(12) Dr. F. Carrera y Jústiz. Introducción a la Historia de las Instituciones Locales de Cuba... Habana, 1905, t. II, p. 163.”


(13) Algunos historiadores han lanzado acres inculpaciones sobre le conducta de Sebastián de Peñalver y Angulo y Gonzalo Recio de Oquendo, acusándolos de entenderse, faltando a los dictados del patriotismo, con el conquistador, a trueque de alcanzar las preeminencias con que los distinguió el Conde de Albemarle. Lo cierto es, empero, que, juzgados, después de restituida la Habana a España, por una comisión formada por Salvador Pías, el Marqués de Jústiz y Francisco Germán, Fiscal de la Real Hacienda, fueron absueltos.”


(14) República de Cuba, Municipio de la Habana. Memoria anual ... Habana, 1911, p. 291.”


(15) Cuba: Monografía histórica que comprende desde la pérdida de la Habana hasta la restauración española, por Antonio Bachiller y, Morales, Habana, 1883, p. 110.”


(16) República de Cuba. Municipio de la. Habana. Memoria anual... Habana, 1911, p. 293-295.”


(17) Dr. F. Carrera y Jústiz. Introducción a la Historia de las Instituciones Locales de Cuba... Habana, 1905, t. II, p. 165.”


Fin del capítulo - Fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana.




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