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De Nuevo Bajo el Pabellón de España
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Reseña Histórica
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El Palacio de los Capitanes Generales en La Habana.
Palacio de los Capitanes Generales en La Habana

“La restauración. -Juramento del Conde de Ricla ante el Ayuntamiento. -Expresión de gratitud real. -Preponderancia adquirida por el Cabildo. -Prerrogativas reconocidas por el Marqués de la Torre. -Nueva casa consistorial. -Progresos jurídicos de la corporación.-En los días azarosos de la invasión de España por los franceses. -El gobierno municipal de la Habana, representación genuina de la colonia. -El Marqués de Someruelos. -Una protesta razonada y digna. -Labor provechosa. -A las puertas del régimen constitucional.


“Si durante la dominación de la Habana por los ingleses el gobierno municipal había logrado sobreponerse al imperio de los conquistadores y mantenerse inalterable en su funcionamiento,-hermosa excepción en medio de los radicales cambios operados en la capital de la colonia,- no fue menos importante el papel que el Ayuntamiento desempeñó al quedar restituida la plaza a España. Al anticipado conocimiento de las bases del tratado de Versalles, siguió la ingerencia especial del Cabildo de la Habana en los actos trascendentales de la restauración. Comisionado para reorganizar administrativamente la Isla el Teniente General Ambrosio Funes Villalpando, Conde de Ricla, el 7 de julio de 1763 recibió del Ayuntamiento el bastón de mando y ante los Alcaldes y Regidores juró cumplir las leyes y ordenanzas y los fueros y privilegios preestablecidos. Pero no se concretó a eso el supremo gobernante. En el discurso que pronunció en aquella ocasión, tuvo frases congratulatorias para los presentes, a quienes, además, trasmitió la orden que traía de expresar la gratitud real por la conducta que a través del sitio y de la ocupación de la Habana por las fuerzas británicas había observado el Cabildo (1). A partir de tan señalada fecha, y por espacio de más de dos centurias, los sucesivos Capitanes Generales se posesionaron de sus cargos en el seno de la institución municipal (2).


“La preponderancia adquirida por el Ayuntamiento se manifestó por aquellos tiempos de diversa manera. Sus componentes asumieron a veces actitudes y responsabilidades del mayor interés. Al ocurrir, en 13 de julio de 1765, la muerte del Mariscal de Campo Diego Manrique, sucesor del Conde de Ricla, los Regidores se juzgaron con autoridad bastante para demandar de Funes Villalpando, aunque inútilmente, que volviera por el momento a tomar las riendas del poder (3). Hasta Felipe de Fonsdeviela, Marqués de la Torre, que se obstinó en coartar la autonomía municipal consagrada por Alonso de Cáceres, tuvo, por otra parte, especiales distinciones para el Cabildo. Cuando se ocupó en crear en la parte occidental de Cuba una Tenencia de Gobierno, -la que llevaría el nombre de Filipina o Nueva Filipina,- reconoció al Ayuntamiento de la Habana la prerrogativa de informar acerca de su proyecto con vista de los antecedentes suministrados por el Licenciado José Varea (4).


“Al propio Marques de la Torre, celoso guardián de la colonia por él gobernada, debió el Ayuntamiento el proyecto y la decisión de construir un edificio digno de la corporación que ya compendiaba múltiples empeños. Penetrado el Capitán General de la necesidad de reemplazar por otra mejor la casa de gobierno; que así llamaban la destinada al Cabildo y a la superior autoridad de la Isla, frente a la plaza de San Francisco, -se esforzó por lograr la satisfacción de tamaño deseo. A poco de asumir el mando, y de acuerdo con el Obispo Santiago Hechavarría, hizo derribar totalmente la antigua y ruinosa iglesia que se hallaba no lejos del sitio donde se habían celebrado el primer cabildo y la primera misa el 16 de noviembre de 1519, a fin de emplazar allí el palacio que ocuparían el Ayuntamiento y la Capitanía General. La obra vino a quedar ejecutada al cabo de veinte años, merced al impulso que le deparó el Capitán General Luis de las Casas. Pero, de todas suertes, nunca pudo olvidar el Ayuntamiento la iniciativa generosa del Marqués de la Torre en lo relativo a la fabricación del edificio que desde las postrimerías del siglo XVIII ocupa frente a la Plaza de Armas.


“En su contextura jurídica, siempre en pos del progreso, la corporación, entretanto, continuaba avanzando. Ya aumentando el número de sus Regidores, ya obteniendo para sí y para sus componentes distinciones a la sazón muy significativas, su existencia se robusteció más y más. En los días, azarosos para la nacionalidad española, en que las huestes de Napoleón Bonaparte invadían su territorio, el Ayuntamiento de la Habana fue como la representación genuina de la colonia, por lo mismo que gozó de atribuciones excepcionales. Instantes hubo en que logro hacer valer su voluntad por encima de la del Capitán General. Ejemplo de ello lo ofreció cuando, a despecho de haber reconocido, en 1808, el Marqués de Someruelos la autoridad de la Junta Española de Sevilla, acordó suspender tal reconocimiento en espera de ulteriores noticias (5).


“Lejos estuvo el Ayuntamiento, sin embargo, de abusar de la superioridad de que se hallaba investido. Aprovecho, por lo contrario, su posición excepcional hasta para robustecer la dignidad y el prestigio del Capitán General. Convencido de lo útil que para el país resultaría la continuación del Marqués de Someruelos en el poder, dio forma y eficacia a las instancias en ese sentido realizadas. En sesión celebrada el 18 de enero de 1810 por el Cabildo, bajo la presidencia del mismo Marqués de Someruelos, puso éste de manifiesto la real orden de prorroga, conforme con los deseos expresados por los capitulares. No obstante la general complacencia que la nueva produjo en todos, un detalle hubo que basto para levantar enérgica protesta. Una injusticia era que, entre tanto se hablaba de los servicios del Real Consulado de la Habana, se guardase silencio respecto de la conducta del Ayuntamiento en las duras vicisitudes de los tiempos que corrían.


“"El Ayuntamiento con este motivo, manifestaron los Alcaldes y Regidores en el acta del 18 de enero de 1810, -no puede guardar por más tiempo el modesto silencio que sobre su conducta ha observado, y debe decir que, si no fue el primero en jurar a nuestro Fernando, lo hizo sin impulso alguno, y de un modo quizás único. Que ha sido el primero de América en los demás juramentos sucesivos, guardándolos y manteniéndolos con fidelidad ejemplar, como se contestó a los Serenísimos Señores Princesa del Brasil e Infantes de España, en acuerdo de 10 de mayo de 1809. El primero en donativos, manteniendo soldados en particular, y contribuyendo por otra parte lo que ha podido. El primero en haber salido de puerta en puerta dentro y fuera de la ciudad a recoger limosnas para las viudas y baldados de la Península. El primero en salir con tropa a rondar la ciudad como nuestro Presidente, cuando el movimiento contra los franceses, y llevar entre sus miembros el establecimiento de una junta de vigilancia que duró cuatro o seis meses, para expulsar los extranjeros desnaturalizados. El primero en las solemnes fiestas de acciones de gracias y rogativas públicas por el bien y acierto de las Supremas Juntas y Cortes. El primero en discurrir los medios de conservar la ciudad y los campos en tranquilidad, proponiendo juntas de policía para el caso, repitiendo los cabildos a todas horas, nombrando diputados para el más pronto despacho con preferencia a nuestros propios intereses, y el primero, en fin, en todo lo bueno y laudable..."


“Habíase entonces sentido el Ayuntamiento herido en su decoro, y la protesta, razonada y digna, dijo bien de su capacidad. Los momentos eran de positiva gravedad para la metrópoli y aun para la misma colonia. El huracán de la guerra estaba desatado. Todos los empeños parecían escasos para contrarrestar la acción absorbente de los franceses. En medio de tamaños acontecimientos, firme y resuelto, el Cabildo de la Habana consiguió laborar provechosamente, revelando una vez más su personalidad propia. Sucesos de mayor notoriedad, empero, se aproximaban. La contextura de la institución local iba a caer de lleno en las radicales modificaciones experimentadas por el sistema político del estado, y en los acontecimientos emanados del régimen constitucional establecido por las Cortes de Cádiz, al Ayuntamiento de la capital de Cuba tocaría el desempeño de funciones significativas de prestigios extraordinarios.”


* * *

(1) Cuba: Monografía histórica que comprende desde la pérdida de la Habana hasta la restauración española, por Antonio Bachiller y Morales, Habana, 1883, p. 138.”


(2) Fue el Capitán General Emilio Calleja e Isasi el último, ya en 1893, en prestar juramento en el seno del Ayuntamiento de la Habana.”


(3) Historia de la Isla de Cuba, por D. Jacobo de la Pezuela... Madrid, 1858, t. III, p. 49.”


(4) Ibidem, p. 105-108.”


(5) Dr. F. Carrera y Jústiz. Introducción a la Historia de las Instituciones Locales de Cuba... Habana, 1905, t. II, p. 167.”


Fin del capítulo - Fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana.




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Última Revisión: 1 de Septiembre del 2006
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