Guije.com La Sombra Viviente por Noëlle Roger como se publicó en la revista Bohemia el 6 Julio 1930.

La Sombra Viviente por Noëlle Roger. Bandera de Cuba.

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La Sombra Viviente por Noëlle Roger en la revista Bohemia el 6 Julio 1930

6 Julio 1930
 Incendio de Guantánamo
 Covadonga
 Comedia Literaria


La Sombra Viviente
por Noëlle Roger
traducción de Pablo Orella
en Bohemia
6 de Julio de 1930

La Sombra Viviente por Noëlle Roger en la Bohemia del 6 de Julio de 1930

“La Sombra Viviente”

“Hola, con que eres tú, mi buen Douvaine. Yo esperaba encontrarte en Bucarest.


“Una silueta ágil, vagabundeando en torno a los parroquianos sentados junto a las mesas colocadas bajo los árboles acercábase a la mía; yo estaba bebiendo distraídamente una limonada.


“Su voz alegre hacía volver la cabeza a todos. -¡Miguel Orliano! -había exclamado yo, levantándome. -Y nuestras manos se estrecharon por encima del mantel.


“-Tu no me has escrito ni has venido a mi casa.


“-Se me dijo que estabas en viaje. Desde luego que los rumanos de tu condición están tan raramente en su casa!... Pero, siéntate. ¿Qué vas a tomar?


“Yo le mire mientras se sentaba y pedía una bebida exótica después de encender un cigarrillo: no era el mismo. Una nueva juventud brillaba en sus ojos, bajo sus cabellos, que comenzaban a blanquear junto a los parietales. Reía adivinando mi pensamiento, mientras encontraba mi mirada.


“-Sí, hace cuatro años no nos vemos... Fue en París, en 1919, mientras se elaboraba el Tratado de Versalles, ¿te acuerdas? ... En el Quai de Orsay se discutía la cuestión del Banato. Los diplomáticos preguntaban: Dónde está el Banato y le buscaban en vano sobre las cartas geográficas. Uno de ellos lanzó una interjección.


“-Sí, recuerdo la figura de Miguel, ese tiempo, oscura y lejana, a la que nuestras bromas usuales arrancaban apenas una sonrisa; meses antes había perdido a su esposa. Le había relatado una historia trágica ocurrida durante la ocupación germana. Trate de encontrarla entre la mezcolanza de los recuerdos confusos en que se perdían los dramas de los otros, aunque fuesen, como Miguel, amigos de la infancia, camaradas de instituto.


“-Compruebas que he cambiado- Es preciso volver a vivir o mejor dicho rehacer la vida tengo la intención de casarme de nuevo.


“-Te felicito.


“Sabía que Miguel era uno de esos hombres, que amaron demasiado a su mujer para soportar vivir solo. Volver a casarse era para él el supremo homenaje al primer amor.


“-Pero hay dificultades prosiguió, Nadija se había refugiado en Rusia con su madre y su hermanito. Supe que había muerto. Pero no pude hallar señales de ellas a pesar de haber hecho lo imposible. Actualmente trato de obtener un pasaporte para Rusia. Allá podría informarme, encontrar testigos, saber. Pasaron por Odessa, pero después de Odesa...


“Me incliné para estar más cerca y poder percibir mejor sus palabras a través del ruido de la orquesta. De las ramas extendidas sobre nuestras cabezas caía una agradable frescura. Los clientes de las cinco comenzaban a desaparecer. El paso de los mozos entre las mesas no era tan acelerado. Ponían el servicio nocturno, traían las flores y disponían las lámparas y los manteles.


“-Pero aún no me has dicho lo que haces en Bucarest.


“-Enviado por un diario estudio los resultados de la reforma agraria. Miguel rio.


“-¡Bah y puedo documentarlo. Te hablaré de los latifundios divididos en lotes. Esta noche vendrás conmigo ¿dónde quieres comer?


“Bucarest... el pesado calor, de julio, el polvo sobre las hojas, la noche ardiente en las "gradina", encerrados entre paredes. La trepidación de los motores en la carretera Las invitaciones oficiales, los compañeros demasiado amables. Estaba cansado. Tenía una inmensa necesidad de poner los pies sobre hierba, autentica, fresca, húmeda, bajo árboles naturales que no estuviesen iluminados por bombillos de luz cegadora y que no guareciesen gentes locuaces.


“-Al campo, Orliano. Tú me habías prometido enseñarme tu vieja casa de campo. ¿Está lejos de aquí?


“-Ciento cinco kilómetros. Nada, como quien dice. Solamente...


“Por su rostro paso como la sombra de una duda...


“-Solamente que después del armisticio no he vuelto por allá.


“-Querido, perdona mi indiscreción, le dije, comprendo...


“-No, si no es eso. He querido decirte que corres el riesgo de almorzar mal. Porque allí no tengo más que una especie de intendente muy viejo, y casi senil después que su mujer murió. Los oficiales alemanes no han debido dejar mucho vino en las cuevas. Pero ¡bah! llevaremos Champagne, hielo y provisiones.


“Ahora me toco a mi vacilar.


“-Miguel yo no quisiera...


“-¿Qué? Hasta ahora siempre he estado viajando, como has dicho muy bien, pero ahora que me fijo en Rumania, es menester que vuelva a Brachoga. Y me agradaría ir contigo.


“Hizo llamar a su chauffeur y le dio una larga serie de órdenes.


“Orliano ama la fastuosidad y en vano proteste.


“-Me agradaría mucho comer huevos a la cocque. ¡Ah, te suplico que nada de caviar! En estos días he comido tanto...


“Marchamos a ciento diez kilómetros por hora por un camino recto en medio de los campos de trigo sin fin. Bucarest no fue en pocos instantes más que una silueta vaporosa envuelta en polvo rubio. Luego se perdió de vista. Al lado de Miguel en el volante yo fijaba en el contador de velocidades una mirada poco segura. - Detrás de nosotros el chauffeur se perdía casi entre las cajas de provisiones.


“Por fin los bosques, campiñas feraces, una cúpula de monasterio emergiendo entre el follaje. Luego nuevamente el ardoroso tapiz de los trigos, alternando con interminables procesiones de maíz. Las casitas blancas de techos demasiado grandes para ellas con ventanas pintadas de azul parecían correr hasta el borde del camino para mirarnos pasar.


“-Es ahí, dije el príncipe Orliano indicando con el mentón un isleto de verdor espeso, silueta de oasis en el seno de aquel desierto de espigas.


“Tomo a la derecha un camino, freno apenas penetramos en su patrimonio. Los árboles se acercaban a nuestro encuentro, y a lo largo de las empalizadas las viejas que reconocían a su señor le saludaban con una sonrisa. Una de ellas arranco un puñado de flores y las arrojó en el coche.


“-El campesino rumano es un artista y un sentimental, dijo el príncipe saludando agradecido.


“-Habíamos pasado las últimas casas. Detuvo el automóvil al borde de la carretera ante una gran verja de madera entreabierta. De entre los árboles llegaba un olor húmedo.


“-Aquí es, dijo Orliano. ¡Como han crecido los árboles! Se veía el techo de la casa al fin de la avenida.


“El chauffeur cargado de paquetes nos precedía. Orliano marchaba lentamente, se detenía dejando errar sus ojos por aquella tierra en que crecía el musgo.


“-Si amigo mío. Toda mi infancia ha transcurrido en esta alameda. Será preciso que la amplíe para el auto. Antes de la guerra venía aquí a caballo.


“Tomó mi brazo. Su regocijo se apagaba y al fin dijo con acento cansado, monótono.


“-Te dije que no había venido a Isoora y no es cierto. Vine una vez inmediatamente después de la partida del enemigo. Quería interrogar al intendente... y ocuparme después de las cuadras de carreras pero no entré en la casa. Me parecía muy pronto... Me detuve al pie de un sicomoro gigante.


“-Ya ves; aquí por lo menos los alemanes han respetado los árboles. Vamos a dar una vuelta por el parque y antes de que sea de noche iremos a ver los caballos. Eso dará tiempo a preparar la casa.


“Accedí. Comprendía que Miguel, quizás a pesar suyo, retardaba el instante de pasar el dintel.


“Grandes árboles inclinados sobre un estanque bordeado de iris en flor, un poco de cielo caído en las aguas negras, y luego de nuevo la prisión de las altas ramas apostadas.


“-Qué bello es esto, repetía yo. Qué calma hay aquí.


“Yo me imaginaba a la princesa Nadija, vestida de blanco, del brazo de su marido en el parque misterioso.


“-No han sido maltratados, dijo de repente Miguel en voz baja. El capitán que se alojaba aquí tenía ciertos miramientos me ha dicho el intendente. Para que les haya permitido salir cuando creía que la batalla se acercaba. Los tres se marcharon el 30 de junio de 1918. Y me arrastró tras él; los palafreneros sacaban los caballos y los hacían evolucionar. Miguel, siguiendo con los ojos los saltos de un pony salió de su melancolía.


“-Un buen ejemplar ¿verdad? Mira esos jarretes. Hay pata sentirse orgulloso. Su madre ha ganado carreras.


“El intendente se acercaba.


“-Todo está listo. Excelencia. dijo inclinándose.


“¿Cómo había tenido tiempo de abrir todas las ventanas de la vasta mansión cuyo frente regular recordaba el estilo francés del siglo XVIII, de reunir esos hombres que esperaban escalonados en los peldaños de la escalera, de hacer ese bouquet que llenaba un nicho del vestíbulo, de organizar esa mesa en el comedor, donde extraños valets con blusas blancas y bordadas esperaban órdenes?


“¿Cómo hizo venir de la ciudad?


“-Sabe usted muy bien, dijo Miguel, que nosotros los rumanos no podemos comer sin los tziganos.


“Había recobrado su buen humor. Bromeaba al servir el champagne repetía.


“-Has tenido una inspiración. Es así como yo debía volver a Isaara. Yo miraba las maderas que encuadraban los paneles, pintados de de colores deslumbrantes, las bandejas de estilo antiguo cargadas cíe carnes y frutas y esta mesa monumental que nos relegaba a sus extremidades como si estuviésemos en el destierro. La alegría forzada de Miguel trataba en vano de imponerse contra la melancolía que emanaba de esas paredes y de esos muebles. ¿Era el desgarrante ardor de los tziganos lo que hacía correr por nuestras venas ese malestar imperceptible al principio y que se insinuaba, cada vez más?


“-Ya no se ve, dijo Orliano de pronto, detesto el crepúsculo en el campo. Venga luz.


“El fin del día rosado que se filtraba por las ventanas quedo excluido de pronto. Veinte pequeñas llamas alegres palpitaron en lo cimero de otros tantos candelabros de plata.


“-Se está mejor así ¿no es cierto Douvaine? dijo Miguel. Cuentame historias de París.


“¡París!... para complacerle, traté de sumergirme en un mundo apartado de mi pensamiento pero apenas hallé algunos escándalos, algunas buenas palabras, llegué hasta hojear en mis recuerdos de Liceo. Me parecía hablar en una lengua que ninguno de los dos comprendía. Mientras hablaba experimentaba una sensación rara que nos hacía aparecer como si escucháramos otras cosas. Miguel se levanto, dio la vuelta en torno de la mesa y vino a sentarse a mi lado, para volver a levantarse de nuevo. El también, con más impaciencia que yo, trataba de defenderse contra la sorda angustia que venía de todas partes y que en vano tratábamos de conjurar.


“Dijo algunas palabras a los tziganos que se detuvieron, poniéndose de acuerdo luego con una mirada.


“-Les pido música más alegre canciones de esponsales.


“Miguel llenó nuestras copas, y a una señal despidió al intendente. Sin duda la presencia de aquel, que había debido servir al enemigo, se le hacía insoportable. Los tziganos atacaron una danza desenfrenada que parecía estallar de risas y cantos de amor. Yo creía oirla desde muy lejos, como si no pudiese llegar hasta mí, amortiguada al pasar por un maléfico aislador. No experimentaba más que el sentimiento de no ser capaz de sumergirme en aquella música delirante.


“Sin embargo apercibí el brusco cambio de tono y esa queja trágica interrumpiendo aquella especie de danza macabra. Parecía un grito de alarma lanzado repentinamente, en la ronda que se desanudaba, por la fuga de los danzantes enloquecidos.


“-Basta, dijo Miguel e inmediatamente se callaron.


“Las vibraciones apasionadas rodaron unos instantes a lo largo de las paredes extinguiéndose al fin. Los tres hombres inmóviles, levantados los arcos, esperaban, dóciles a los caprichos del amo.


“El príncipe les dio una orden breve, y entonces comenzaron a ejecutar lánguidos valses vieneses mientras pasábamos al salón precedidos por el intendente que portaba un candelabro.


“El decaimiento se apoderó de nosotros. Una pieza que no había sido abierta, en la que nadie había entrado desde la mañana siguiente a la partida del oficial. Las fundas. cubrían los amplios sofás Luis XIV, cuyos dorados lucían en el reborde de las sedas. Perdía desgarrado en un ángulo de la tapicería mate el magnífico tejido de los Gobelinos y en la chimenea el magnífico reloj de mármol sobre él cual un amor, había dejado de contar las horas.


“-Qué sombrío está, dijo Miguel.


“Y cuando el intendente hubo encendido las girándolas y las numerosas bujías de bronce dorado, la habitación no apareció por ello más alumbrada, como si toda la luz fuese absorbida por las pesadas colgaduras y los muebles siniestros que parecían proseguir un mudo coloquio.


“Orliano quitando una de las fundas que cubrían los sofas se sentó, y me indicó otro al lado del que ocupaba. Me di cuenta de su deseo; quería que hablara. Hice cuanto pude por complacerlo. Pero nuestras palabras morían en nuestros labios.


“Hicimos múltiples y vanas tentativas para ahuyentar el silencio que nos acechaba.


“Con gesto enervado Miguel aparto su sillón. Observé su paso inquieto a través de la cámara. Se hubiese dicho que la lámpara le atraía a su pesar. Se acercaba, se volvía pero se detuvo al fin bajo la lámpara de cuatro brazos brillantes.


“-Esas bujías arden mal, dijo, hay que apagarlas.


“Llamó al intendente y retrocedió mientras miraba las girándolas entrar en la sombra. Parecía hipnotizado contemplando los grandes brazos rígidos, extendidos en forma de cruz.


“-Yo no había notado que la lámpara era tan grande, murmuró. ¡Hay que retirarla! ¡Me da horror!


“Y se refugió en la mecedora. Mientras que yo notaba frente a nosotros un alto espejo de Venecia colocado contra la tapicería. Estaba verdoso por las orillas y yo no se por qué tenía la luna rodeada de brillo y en el centro un agua pura recogía la luz.


“Vi el rostro de Miguel reflejado en ese espejo. Estaba muy pálido.


“-Orliano, ¿sufre usted? le dije.


“-No, tengo un poco de frío.


“En la postración violenta que se había apoderado de mi le senti caminar de nuevo, quitar objetos de sobre algunos muebles como si quisiera hacer un inventario.


“-El capitán no se ha llevado nada, dijo sacando por así decirlo, una risa extraña de su garganta. Ni este cofre incrustado de perlas, herencia de mi abuela y en el que Nadija recogía y guardaba pétalos de rosas.


“Lo volvió y una ola de pétalos olorosos invadió el piso.


“De pronto sentí su rostro cerca del mío.


“-Douvaine, -me decía, en voz baja. ¿No crees tú que las cosas que han pasado en una habitación quedan, invisibles a lo largo de las paredes contra las colgaduras, tapiadas en el fondo de los espejos, en el fondo de los muebles? Y nosotros respiramos su olor, sufrimos, por así decirlo, sus vibraciones.


“Yo no me atrevía a mirarle. Tenía mis ojos fijos en la luna de Venecia que reflejaba su rostro. Y era otro rostro que se reconstruía delante de mí, envejecido, deformado por una creciente angustia.


“-¿Qué es lo que miras en ese espejo?- preguntó rudamente. -Es que tú... ¿tú también?... Y repetía ese tú con terror tan grande que yo me levanté a mi vez luchando con un espanto oscuro que se apoderaba de mí.


“-¿Yo también?... Qué quieres decir, me atreví a preguntarle.


“-¿No has visto pasar una sombra ante ese espejo?


“Yo me volví con un brusco movimiento.


“-¡Vamos, Miguel!


“-Vamos de aquí, -dijo casi gritando. -Ya hemos tenido demasiado campo, ¿no es así?


“-Sí, vámonos.


“Penetró en la sala donde los tziganos continuaban tocando con sordina, llamó al intendente y empujó a las gentes que se amontonaron a su paso. Ya en el descanso último de la escalinata, después de haberla descendido casi como si huyera, respiró profundamente.


“Algunos hombres con antorchas nos precedían a lo largo de la alameda tenebrosa y los tziganos casi pisándonos los talones, tocaban una marcha fúnebre.


“Al fin llegamos al portal. Las antorchas rodearon el coche. El chauffeur que habíamos enviado a buscar a la ciudad, estaba sofocado y se inclinó ante el motor descubierto.


“-Una "panne", Excelencia; imposible arrancar- dijo.


“-¡Imbécil! ¿Estás borracho? -gritó Miguel saltando dentro del auto y tratando de arrancar. En vano.


“-¿Has vaciado el carburador?


“-Sí, Excelencia.


“-Entonces, son las bujías. ¿Tienes repuesto?


“-No, Excelencia.


“-Tendremos que dormir aquí, dijo Miguel decepcionado. -¡Qué desgracia! -¿No querías campo? Debes estar contento. Nos retiene prisioneros.


“-Las llamas curvadas de las antorchas, caminaron en sentido inverso bajo la bóveda oscura. Las pesadas ramas interceptaban el color de esta noche de julio, sacudiendo sobre nosotros su humedad. Miguel, cogido de mi brazo, se estremecía.


“El Intendente abrió la gran cámara dormitorio, el gran lecho que ocupaba la mitad de un testero y se irguió después para hablar a Miguel, proponiendo la instalación de un segundo lecho en ella.


“-Si tú no ves inconveniente en ello, desde luego.


“-Al contrario, dije.


“Y confesé mi alivio al ver separarse de mí el espectro de la soledad en esta casa demasiado cargada de pasado.


“La cámara de Nadija, cuyos muebles atenuaban la solemnidad del techo demasiado alto, las paredes revestidas de caoba con sus coronas esculpidas que hallamos por doquier sobre los testeros ros de esta biblioteca de palo rosa, esos sofás de seda clara con medallones hasta los bibelots esparcidos, precisamente, como a mi me agradaban.


“Cuando todo estuvo listo, cuando nos quedamos solos, sentados cerca de la chimenea vacía, sentimos que nos era imposible desvestirnos.


“-Vamos a bajar, -dijo Miguel, -a beber alguna cosa. Los tziganos están aun allí.


“-Pero no se movió, postrado en el sofá con los ojos fijos en el lecho, como si hubiese esperado alguna cosa. Yo oí los rumores que subían de fuera. Las idas y venidas de los servidores improvisados, las voces sordas me traían un poco de bienestar. Pero no eran esos ruidos los que Miguel escuchaba.


“-Douvaine, ¿no oyes?


“-¿Qué?


“Se calló, se puso de pie con esfuerzo y fue a sentarse al pie del lecho.


“-Me parece que oigo llorar.


“-Tú sueñas, Orliano.


“-Sí, oigo llorar.


“-Un niño quizás al que hemos despertado.


“-No, no es un niño, escucha.


“Volvió hacia mí su rostro trastornado por aquel dolor desconocido, cuya vibración él percibía. Abajo habían cesado los ruidos. Un silencio opaco nos envolvía.


“-¡Oh! Como llora, -dijo Miguel.


“Pasaba las manos sobre su rostro, por sus ojos asombrados. Trataba de rechazar el lamento imaginario. Entonces le agarré por el brazo, tratando de que recuperase su serenidad.


“-Sí, tienes razón. Es mejor que bajemos, -me dijo.


“Ya los tziganos que habían ordenado preparar una colación, se habían lanzado sobre ella. Y mientras Miguel preparaba una bebida complicada, en que se barajaban licores diversos, comenzaron a ejecutar la Marcha Nupcial mezclada de risas y sollozos.


“El príncipe hizo un gesto de impaciencia y los tziganos se detuvieron. Entonces, el que parecía jefe de ellos dio tres pasos, poso sobre Miguel una mirada singular y con los ojos vueltos mascullo unas palabras.


“El príncipe dio un salto y cayo sobre él, agarrándolo por los hombros y sacudiéndolo como si quisiera sacarle unas palabras más. El músico las pronuncio en voz baja y yo veía a Miguel, dejarlo, retrocediendo hasta el fondo de la pieza.


“-Orliano, ¿qué dice ese hombre?


“Su rostro descompuesto, me causó temor cuando estuve junto a él.


“-Dice que él ejecutaba esa pieza cuando el capitán alemán cenaba con la señora, con la princesa de Nadija. ¡Ella!... ¡Mi mujer!


“-Yo corregí, aterrado por la expresión de sus ojos.


“-Con las tres damas.


“-No, -dijo Miguel casi sin voz -con Nadija sola.


“Había recobrado su paso incierto; la gran puerta estaba abierta detrás de él. Se dirigió al salón.


“-Es difícil comprender,- murmuraba como si aprendiese una lección -Tú oyes bien, Douvaine, con Nadija sola. Entonces su madre, su hermana, habían partido. Partido sin ella, sin Nadija.


“Cayo en una mecedora y prosiguió martilleando penosamente cada sílaba.


“-Nadija se quedo aquí, con el oficial alemán...


“Guardo silencio de nuevo. Yo hubiera querido rechazar aquella verdad, pero él no me dio tiempo.


“-Yo lo sabía, -murmuro. -Tan pronto como entre aquí comencé a presentirlo. Su mirada erraba a lo largo de las paredes oscuras, como si hubiese querido separar la revelación misteriosa, esas voces mudas que se escapaban de todos los lugares y no me atreví a romper el silencio.


“Por fin levanto la cabeza y dijo en voz baja:


“-Ella ha debido morir aquí, en esta cámara.


“Sus ojos desorbitados se fijaron en la lámpara apagada, esa lámpara que nos parecía crecer, invadir toda la vasta sala, con la sombra de sus brazos. En vano arriesgue algunas palabras razonables. El repetía sin cesar:


“-Ella ha muerto aquí, en esta cámara.


“Un irresistible terror comenzaba a invadirme. No me atrevía a hablar por no oír una voz alterada. Llame en mi auxilio mis pensamientos. Trate de distraerme en esta sombra que nos invadía poco a poco. Me esforzaría en apartar esas palabras absurdas de Miguel que murmuraba con terribles inflexiones de dolor.


“-La he visto, la veo. Pasa ante esa colgadura. Se detiene. Atraviesa el salón. Está ahí bajo esa lámpara.


“Concluí por gritarle: -¡Cállate! Estás disparatando.


“Pareció despertar. Se irguió y me dijo en voz alta:


“-Vamos. Es preciso saber...


“Y llamo al intendente con una voz que me hizo estremecer.


“-Sí, saber. Saber la verdad, no importa cuál sea, será preferible siempre a esta fantasmagoría en que iba a naufragar mi buen sentido.


“El intendente apareció en el dintel con un candelabro. Debió pensar que su amo necesitaba luz. Y espero en la puerta, inmóvil. Miguel le interpelo en alemán.


“-¿Por qué la princesa Nadija no ha huido con su madre y su hermana?


“El hombre palideció. Vi temblar sus manos.


“-No se nada, Excelencia.


“-Mientes. Has mentido, porque tú sabías que la princesa Nadija no había marchado porque tú acompañaste a los fugitivos hasta la frontera.


“El hombre bajo la cabeza y permaneció en silencio.


“-De modo que confiesas. Se quedó. ¿Por qué no me dijiste nada?


“-¿Para qué, Excelencia?


“-¿Fue el oficial quien la retuvo?


“El intendente hizo un gesto evasivo. ¿Qué sabía él? Por fin se decidió a hablar.


“La mañana de la partida en el coche yo no vi más que dos mujeres. Ellas lloraban. Subí a mi puesto. La señora ordenó. ¡Vamos! Yo no se nada más.


“-¿Después? -dijo Miguel.


“-Cuando regrese a Isoora quince días después, ya no vi a la princesa Nadija. El capitán había ordenado que si preguntaba me dijesen que había muerto. Hice preguntas, pero nadie sabía nada.


“La mirada de Miguel pesaba sobre la faz aterrada.


“-Si no hablas te echare de aquí -dijo duramente.


“El viejo cayo de rodillas. Sus manos temblorosas dejaron escapar el candelabro que cayó al suelo. Las bujías se apagaron.


“-Excelencia, yo no se nada... Ante Dios que me escucha... Pero...


“-¿Pero? -interrogó el príncipe. -Hay alguien que sabe. -¿Quién?


“-La vieja Soragreb, Excelencia. Ella vivía en el castillo en esa época. Dormía cerca de la puerta de la princesa Nadija. Cuando yo regresé estaba en su cabaña. Fui a buscarla. No pude obtener de ella más que llantos y lamentaciones. Está medio loca desde entonces, Excelencia. Y su locura es callada. Se pasa semanas enteras sin abrir la boca. Y cuando se pronuncia el nombre de la princesa Nadija, se pone un dedo sobre los labios.


“-Tráela aquí.


“-Aquí está, Excelencia. La hice venir para preparar la casa, porque es ella quien cuida de la ropa de cama.


“-Pues que suba enseguida.


“Miguel retrocedió hasta el fondo de la habitación con los ojos fijos en la puerta. Había tal expresión de espera en su rostro rígido, que me estremeció. hubiera querido sacarlo de allí, llevármelo lejos de aquella pieza. Refugiarme con él en las tinieblas del parque. Las palabras del viejo daban vueltas en torno mío, confusamente. ¿Para qué, para qué saber? Miguel iba a rehacer su vida y yo le había traido al pasado.


“La puerta se abrió al fin y apareció una mujer, la cabeza envuelta en un trapo negro y desbordándose sobre su frente un pequeño mechón de cabellos blancos.


“-Una de esas figuras que yo he visto a menudo en las habitaciones de mi madre y luego en las de mi mujer, -murmuró Miguel y siempre tan vieja.


“Llevaba la blusa blanca, con los largos bordados negros de las transilvanas y saludó al príncipe en alemán. Con helada atención éste la miraba acercarse. Cuando pasó por debajo de la lámpara se detuvo cerca de nosotros encorvada, insignificante, como una pequeña silueta envuelta de sombras, apenas un cuerpo, apenas un rostro, apenas una mirada a través de sus pupilas.


“-Vas a decirme la verdad, -ordenó Miguel.


“-Esperaba que me hubieses olvidado, dijo una voz temblorosa.


“-¡Ah!-gritó él. -Tú has bebido.


“-Sí, tienes razón. Desde hace algún tiempo bebo.


“Miguel la miraba, inclinado hacia ella, parecía buscar una verdad en su persona insignificante. Esperaba fijar aquellas pupilas que le huían.


“Preguntó al fin:


“-¿Por qué la princesa Nadija no huyó con su madre y su hermana? La vieja inclinó la cabeza:


“-¿El oficial alemán la retuvo contra su voluntad?


“-No lo sé.


“-Yo quiero que me digas lo que sepas.


“Bajo la mirada de Miguel vaciló y quiso retroceder, pero él la agarró por las muñecas y la obligó a permanecer de pie delante de él. Entonces ella dejó de defender su secreto.


“-La noche en que ellas se marcharon la pasé en su cámara. ¡Cómo lloró esa noche! Sus lágrimas corrían por la almohada, por las sábanas del lecho. Yo no pude dormir ni hacerla dormir.


“Miguel se estremeció y oí apenas las palabras que murmuraba:


“-Yo también la he oído llorar!


“-¿Y después? -preguntó de nuevo.


“-Caminó todo el día. Pasaba por las habitaciones a través de los jardines y volvía alrededor del estanque; el oficial la seguía, la traía a la casa.


“Y luego pasaron los días.


“-¿Cuántos días?


“-Cinco días, seis, quizás siete. No lo sé de fijo. Hay días que se confundes unos con otros. Por la noche el oficial hacía venir los tziganos y me ordenaba que cubriera la mesa de flores.


“-¿Después?


“-¿Después? Ha muerto.


“-La palabra inexorable pareció recorrer la vasta pieza y repercutir de arriba abajo en las paredes. Al fin se extinguió. Nosotros no nos movimos. Pasaron algunos minutos. Luego la voz de Miguel emergió del pesado silencio.


“-Quiero que me digas cómo ha muerto.


“La vieja levantó la cabeza. Sus ojos dejaron de parecer una forja estrecha, y dejaron filtrar un pequeño rayo de luz. Las pupilas negras y brillantes se apartaron de nosotros con lentitud, afrontaban la penumbra. Se elevaron hasta la lámpara, cuyos brazos dorados dibujaban, gracias a los reflejos, una cruz vagamente luminosa. De la lámpara bajaron al piso siguiendo una línea vertical. Esa mirada de terror era a tal punto explícita, que durante un momento creímos ver, bajo las ramas metálicas una forma indistinta como si la imagen que contemplaba la vieja, se hubiese hecho visible a nuestros ojos.


“-¿Ha entrado en esta casa para otra cosa? -gritó de repente la loca, tendiendo hacia la lámpara su mano descarnada. Ya ves ahora que es inútil que la extingas.


“-¡Oh! -murmuró Miguel.


“Ya no le decía que hablara más. Lívido, helado, se pegaba a la pared sin tratar de rechazar la terrible visión que el gesto de la anciana había evocado ante nosotros.


“La voz prosiguió:


“-Fue al amanecer cuando la encontré y después la he visto en el fondo de este espejo. Estaba aquí como si me hubieran llamado. Como si una mano me hubiera empujado. Tuve miedo y espere detrás de la puerta. Después abrí, y... a partir de ese momento, hijo mío, mis cabellos blanquearon como están ahora.


“-Entonces, ¿que hiciste? -pregunte yo esperando sacar a Miguel de su contemplación.


“-Fui a buscar al oficial que dormía aún. Vinimos los dos aquí, la colocamos en el gran lecho. Estaba fría. El capitán me prohibió decir una palabra bajo pena de muerte y el quedó allí cerca de ella como si se hallara enferma. Después hizo venir un oficial médico. Y por la noche la enterraron a presencia sólo del capitán, del ordenanza y de mí. El hombre que cavó la sepultura ha muerto poco después. Yo te enseñare el lugar mañana por la mañana. Es en el parque. bajo los árboles. Después dieron la noticia de que ella estaba viajando. Nadie ha sabido nada...


“Hacía mucho tiempo que la anciana se había marchado. Miguel derrumbado en un sofá, no se movía. A veces yo encontraba sus ojos grandes, abiertos, errando en la cámara con tal expresión de desesperación y de locura, que traté de hablarle, tanto más, cuanto que yo me daba cuenta de que el silencio era intolerable para mí.


“-Miguel; ella se quedó aquí para pagar la fuga de su madre y de su hermana. ¿Comprendes?... Para ella no había más que una evasión posible; y se ha quitado la vida porque no tenía fuerzas para pagar hasta el fin. La eterna historia de Andrómaca...


“Con el gesto detuvo mis palabras.


“-Ella se mató porque tuvo miedo de amarle, -dijo casi sin voz. -De repente se irguió. Vámonos de aquí, dijo con sorda violencia.


“-Pero, ¿dónde ir? Por todas partes las paredes recordaban; los espejos devolvían el pálido rostro de Nadija. Los muebles, demasiado elocuentes... todas esas llamadas mudas que nosotros habíamos escuchado.


“-Y nos imaginamos que podríamos rehacer nuestras vidas, -gritó Miguel con un dejo de amargura en la voz. Traer una nueva felicidad y ponerla entre estos muros saturados de sufrimiento y de angustia... Todas nuestras palabras, todos nuestros actos, están inscriptos en las cosas que nos las recuerdan inexorablemente. El pasado nos cerca estrechamente, por todas partes. ¡Nadija! ¡Nadija! nunca he amado más y mejor...


“Logre sacarle de allí, en la terraza contré nuestros abrigos y nos marchamos bajo el cielo puro y fresco. Las primeras luces del alba aparecían como una liberación. Soñaba ahora en la partida, en la fuga por las carreteras en un torbellino de polvo, hacia la ciudad presta a acogernos.


“-El alba, Miguel. Vamos a despertar al chauffeur. Le ayudaremos a reparar la avería.


“Paseó su mirada por el parque que salía de las tinieblas, a lo largo de las alamedas que se perfilaban ya en la claridad, Era una mirada que no veía.


“-Miguel, vamos.


“Pareció entonces recordarse de mi presencia. Y trató de responderme y le oí murmurar con voz de autómata:


“-Fue al amanecer cuando la encontré.”






| Publicación 6 Julio 1930 |
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Última Revisión: 25 de Mayo del 2006
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