Guije.com La Villa de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

Cobre, Oriente, Cuba


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La Villa de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
en Oriente
Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba.

El Cobre es la ciudad cabecera del término municipal por su propio nombre en la provincia de Oriente, Cuba.


Su nombre le proviene del hecho de que en 1544 Núñez Lobo, uno de los pobladores de Santiago de Cuba, informará al ayuntamiento de aquella capital que a dieciséis kilómetros existía una montaña plena de mineral de cobre. Desde entonces se denominó Cobre a todo el territorio aquel. Los minerales descubiertos no pudieron ser calificados por falta de técnicos o conocedores, hasta que algunos años después un fundidor de nacionalidad alemana llamado Tezel, arribado a Santiago de Cuba procedente de Tierra Firme, aseveró la excelencia de aquel mineral y se comprometió a emprender la fundición a base de un contrato con el ayuntamiento que se estipuló en 1550.


La saca o extracción del apreciado metal comenzó en 1558 por grupos de trabajadores que se establecieron en bohíos o cabañas sobre los mismos terrenos en que ahora se levanta el pueblo del Cobre. A la muerte de Tezel la explotación quedó abandonada por muchos años. Por aquellos días se daba poco valor al metal de cobre cuando a diario se descubrían otros yacimientos de metales más estimados y de más alto valor o precio.


A fines del siglo XVI varios habitantes de Santiago de Cuba se refugiaron en el Cobre huyéndole a las invasiones de los piratas y a los terremotos de la capital, entonces volvió el interés por la antigua fundición abandonada. Al emprenderse de nuevo, el Estado nombró un administrador y habiendo desembolsado en ayudas alrededor de cuatrocientos mil ducados, al fin fueron declaradas realengos. Entonces presentó oferta el capitán Juan Eguiluz, quien se comprometió a poner 2,000 quintales de cobre en la fundición de cañones establecida en La Habana. Habiendo muerto este contratista en 1630 sin haber rendido cuentas de ninguna clase, en 1637 el capitán general Riaño y Gamboa nombró a las dos hijas del arrendatario fallecido herederas de dichas minas, pero nombrando al mismo tiempo director a persona de experiencia en la materia.


Albarracín, que era el director, renunció al cargo por la responsabilidad y los cargos, entrando en calidad de tal uno de los yernos de Eguiluz, quien se comprometió a redimir la deuda de su padre político fijada en 35,000 ducados. Durante 18 años estuvieron bajo su administración sin rendir cuentas, incumpliendo el contrato, hasta que fue arrestado y puestas a subasta pública las minas. Como no hubo postor, quedaron las minas y los esclavos sujetos a servicio en poder del Estado. Entonces los cobreños descendientes de los esclavos de Eguiluz quedaron sujetos a un moderado tributo de capitación desde los 18 años hasta los 50 años de edad.


Quedó paralizada la explotación, pero el vecindario fue en aumento por reproducción de la especie hasta que en la segunda mitad del siglo XVII se edificó un santuario especial para depositar y venerar una imagen de la Virgen que tres indios habían encontrado flotando sobre unas tablas en las aguas de la bahía de Nipe, y en la cual estaban escritas estas palabras: “Yo soy la Virgen de la Caridad”. Se consideró el hecho como un milagro, aun cuando se cree muy fundadamente que aquella imagen de 15 pulgadas sea la misma que acompañó a Alonso de Ojeda y compañeros en su peregrinación por las ciénagas de la costa meridional de la isla allá por el 1511.


Fuere de ello lo que sea, el hecho cierto es que la imagen fue un nuevo motivo de vida y prosperidad para el Cobre. Las minas fueron nuevamente arrendadas por el Estado en 1705 al gobernador de Santiago de Cuba, don Sebastián de Arencibia, quien las entregó a otro arrendador, que le substituyó en 1720, abandonando en seguida su empresa y con ello dejó los esclavos entregados a su suerte.


En 1731 el gobernador de Santiago de Cuba, Pedro Jiménez obligó al vecindario a trabajar por considerarlos esclavos del rey como descendientes de los de Eguiluz. Esa rigidez y severidad promovió un alzamiento de los vecinos en ese mismo año, posesionándose de la sierra. Al fin se solucionó el conflicto mediante la intervención del canónigo Pedro Morell de Santa Cruz, más tarde obispo, sometiéndose los rebelados, no sin algunos desmanes de su parte y la consiguiente penalidad que a algunos impuso el gobernador Jiménez.


En 1781 los esclavos de Eguiluz habían alcanzado la cifra de 1,065. El Consejo de Indias, harto de reclamaciones, resolvió cancelar aquella innoble esclavitud sometiendo informe al rey que, de acuerdo con él, declaró libres a los cobreños por Real Orden de 7 de abril de 1800. En 1830 la Sierra del Cobre volvió a producir gracias a una compañía inglesa que compró al gobierno la demarcación de aquellos territorios e importando maquinarias comenzó la nueva etapa de producción con tanto éxito y beneficio que sorprendió al país.


Tal fue el incremento del negocio y el auge del vecindario, que uno de los accionistas, don Santiago Arrieta, propuso la construcción de un ferrocarril que trazó y ejecutó el ingeniero francés Julio Sagebieu y que comenzó a prestar servicio el 19 de noviembre de 1844. El capital destinado a este ferrocarril fue de 500,000 pesos, dividido en acciones de 100 pesos cada una. En el primer quinquenio viajaron 27,781 personas y se transportaron 145,100 toneladas de carga, de las cuales 119,048 de cobre. Los productos fueron de 907,108 pesos y los gastos incluyendo prolongación, mejoras y demás, 375,524 pesos, resultando por consiguiente un beneficio neto de 531,584 pesos, de los cuales se reembolsaron los accionistas al valor íntegro de sus inversiones.


El Cobre se llamó Villa de Santiago del Prado, Real de Minas de Santiago y al hacerse célebre su santuario oficialmente quedó como Villa de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, devoción cubanísima que se acentuó con la aparición de la Celestial Señora a Juan Indio, Juan Blanco y Juan Wilson.


Los ingleses desarrollaron la explotación en lo que racionalmente cabía en gran escala y llegaron a emplear 4,000 trabajadores de todas nacionalidades y razas y la Villa del Cobre alcanzó un vecindario de 7,000 vecinos, sin contar los antes mencionadas. En 1827 el censo señalaba 649 habitantes; en 1858 ascendían a 2,414.


Las minas indican el ritmo de su crecimiento y de la prosperidad de la Villa, título que se le quitó en 1845 y volvió a dársele en 1849. Se dice que en antaño en el Cobre se pisaba más metal que tierra y sólo así se explican los beneficios que proporcionó su explotación.





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Última Revisión: 1 de Septiembre del 2004
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