Guije.com El Son, inconforme en Folklorismo - Cosas de mi Tierra.

El Son, inconforme. Bandera de Cuba.

Guije.com
 Ciudades y Pueblos
 Municipios de Cuba
 Biografías Cubanas
 Templos Religiosos
 Cocina Cubana
 Cine en Cuba
 Diccionario Güije
 Revistas de Cuba
 Libros de Cuba
 Tarjetas Postales
 Filatelia Cubana
 Postalitas Cubanas
 Cubanito
 Cuentos de Antaño
 Fotos de Cuba
 Links
 Literatura Cubana


Cosas de mi Tierra
Folklorismo
 Música vernácula
 Areíto de Anacaona
 El danzón
 Canto popular
 Música popular
 Folklore
 ¿Hemos evolucionado?
 Tata Nacho
 El Son, inconforme
 Berlioz dijo...
 Sobre crítica
 “Santa Cecilia”
 Julián Carrillo
 Nicolás Ruiz Espadero
 Ignacio Cervantes
 Pedro Blanco
 Academia Municipal
 Sociedad de Conciertos
 Recuerdos de México
 Marín Varona
 Rafaela Serrano
 Dulce María Serret
 Apéndice

El Son, inconforme
en Folklorismo
en Cosas de mi Tierra

Artículo en “Folklorismo” por Eduardo Sánchez de Fuentes editado en 1928 por Imprenta “Molina y Compañía”, Ricla, Num 55-57 en La Habana.

“(Una entrevista a media noche, en el Vedado)


“Andaba yo revolviendo papeles en mi mesa de trabajo, hace pocas noches, cuando de improviso me di cuenta de que alguien había entrado en mi recámara sin pedir permiso.


“-¿Quién es? -pregunté.


“-No se asuste, maestro, soy yo -me respondieron-, un antiguo conocido suyo... soy el Son.


“-¿El Son?... ¿Y a qué se debe esta visita tan inesperada? ¿No estabas en estos momentos deleitando a un nutrido grupo de nuestra sociedad? ¡Si te estaba oyendo, por cierto que con tristeza!... ¿No eras tú el que alegrabas la soledad nocturna de este aristocrático barrio, en aquella linda mansión que se ve desde aquí?...


“-Ciertamente, era yo, aunque bastante desnaturalizado...


“-Y bien, ¿qué te pasa? ¿Cómo has podido escaparte, dejando a tus entusiastas amigos?...


“-Verá usted. He aprovechado este momento de descanso, y ya que estaba tan cerquita, me resolví a importunarlo. Quiero que usted me aconseje. La han cogido conmigo y están acabando con mi humilde personalidad... Usted ya sabe... Yo soy de Oriente. Allí nací y allí me crié. En las faldas de aquellas montañas de esmeralda vi la luz, y arrullaron mis primeros sueños los rumorosos cocales de Baracoa... Yo no soy de estos tiempos; Ma Teodora hace ya fechas me prendió en su bandola y me hizo recorrer con ella toda nuestra pintoresca y poética región oriental, donde aun se conservan semiocultos, con su original pureza, mis hermanos los ritmos de nuestra música vernácula. ¡Me han hecho un daño muy grande con traerme para la Habana!.. Yo estaba muy tranquilo en Santiago y nunca salí de sus cercanías, hasta que no se quién tuvo la funesta idea de trasplantarme de golpe y porrazo a esta capital. Al principio unos paisanos míos me trataron con cierta consideración, paseándome por los arrabales de esta urbe, interpretado por mi verdadera orquesta de instrumentos de cuerda, como el tres y la guitarra, y acompañado por el rimar agradable de la clave, las maracas y alguna botijuela; pero después, en el empeño absurdo de sacarme de mi modesto ambiente, ¡cuántas iniquidades se están cometiendo conmigo! Por ahí ando en boca de unos aguardentosos falsarios que me martirizan a golpes de bongó y de todo género de ruidos, que tal parece que me han tomado como una resurrección de lo que bailaban el día de Reyes los ñáñigos o los diablitos que caracterizaban antaño el baile y la música africana... Yo no puedo acostumbrarme a que se me trate de este modo. Fui amigo de la Danza y del Danzón, y allá, en mi tierra, corrimos juntos muchas veces; pero hoy me falsean para sustituir al danzón y me bailan con pasos suyos, con movimientos de fox y con desarticulaciones de lucumí. ¿Cómo quiere usted que yo me conforme con todo eso? En mi rincón de Oriente nunca me obligaron a hacer tales visitas de cumplimiento, porque mi traje es modesto y hecho para desenvolverme entre ciertas gentes. Siempre me respetaron, y mis acentos cadenciosos fueron desde su origen los mismos. Hoy, mi querido maestro, se figuran mis partidarios que por haberme encerrado en la ortofónica y por haberme hecho subir las escaleras de mármol de ricas mansiones, he de sentirme contento y orgulloso. Y lo que pasa es que estoy fuera de mi centro, y que mi música y mi baile no son ésos que andan por ahí. Me apena que me bailen ciertas bellezas aristocráticas. Soy un poco rudo... Sobre mi fisonomía, un tanto peculiar, han amontonado una serie de ruidos, de repiqueteos insufribles y desplantes etiópicos que me aplebeyan... Y a esto llaman los habaneros el son. ¡Que equivocados están! Ahora resulto un baile antiestético que la juventud de estos tiempos ha necesitado para barajarlo con el grotesco fox... Y créame usted que los que me apadrinan no saben lo que hacen!...


“-Y ¿qué remedio -le respondí- crees tú que podrá tener ese mal? Acaso para sustituirte se busque mañana otro baile peor. Los tiempos son de perdición y la libertad no reconoce límites.


“Y el Son, tristemente, me respondió:


“-Yo lo que deseo es volverme a Santiago de Cuba, donde he sido siempre lo que he debido ser, y huir de esta ola de novelería y de falsedades que me ha arrastrado hasta los Estados Unidos, haciéndome aparecer, en un crepitar incesante de tambores y de gritos africanos, como baile representativo de nuestra hermosa Isla. ¡Qué pensará el Danzón de mí!... Y usted, maestro, ¿qué opinará?


“Yo le dije:


“-Mira, Son, los que te conocemos sabemos perfectamente que te han disfrazado de congo para lucrar contigo. Que no son las voces de los que te ganguean, ni los aturdimientos de los que te riman desenfrenadamente, tus fases peculiares, y que llegará un momento en que los que te han exaltado a la categoría de baile "bien" se darán cuenta de lo que significa tal regresión y te dejarán volver a tu terruño. Mientras tanto, ten paciencia y espera el día de tu liberación. Mira, te voy a enseñar lo que de ti había escrito hace poco tiempo...


“Y cuando regresé con unas cuartillas en la mano para leérselas al pobre prisionero oriental, ya no estaba en mi recámara. Me asomé a la ventana buscándolo con ansiedad y fue todo inútil. Había desaparecido.


“Volví a mi mesa de trabajo impresionado por la original entrevista, y a mis oídos llegaron de nuevo los ecos del fugitivo:


“Yo no tumbo caña,
“que la tumbe el viento...

“El error es hijo del hombre -pensé.”





| Folklorismo |
| Cosas de mi Tierra |
| Guije.com |


Correo Electrónico

Gracias por visitarnos


Última Revisión: 1 de Mayo del 2006
Todos los Derechos Reservados

Copyright © 2006 by Mariano Jimenez II and Mariano G. Jiménez and its licensors
All rights reserved