Guije.com Carlos Manuel de Céspedes en «Próceres» por Néstor Carbonel
  
Carlos Manuel de Céspedes en «Próceres». Bandera de Cuba.

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10 de octubre - Calendario Cubano.


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Carlos Manuel de Céspedes
en Próceres
por Néstor Carbonel

Carlos Manuel de Céspedes en «Próceres» por Néstor Carbonel.
Carlos Manuel de Céspedes
“Nació el 18 de abril de 1819.”
“Murió el 27 de febrero de 1874.”

“Pequeño de estatura era Céspedes, aunque robusto y fuerte. Cuidadoso en el vestir, amigo del baile, de montar a caballo, de hacer esgrima, de jugar al ajedrez. Y era poeta, o mejor dicho, hacía versos, y era con las damas galante como un caballero de la Edad Media -que fue, según la Historia, la edad de la galantería suprema. Pequeño de estatura era también Napoleón, amo un día de Europa; y Bolívar, fundador de cinco naciones en América. Los hombres no son grandes por la estatura, sino por sus hechos. El mundo de los hombres no es como los mercados donde lo más que se admira de los frutos es el tamaño. El valer real del hombre no está en ser gordo o flaco, bajo o alto, rubio o moreno: el valer real del hombre está en la rectitud de la conciencia, en el genio, en el talento, en el saber, en la bondad del corazón, en no amar la vida al extremo de caer, por conservarla, en el deshonor: en saber morir a tiempo, sin miedo a la muerte... Grande fue Céspedes, a pesar de sus piernas cortas. Grande por el sentimiento, por la inteligencia, por la cultura; grande por el heroísmo y por el martirio.


“De padres nobles, de nobleza natural, nace en Bayamo. Pasa los primeros años en el campo, en comunión constante con los ríos, con los montes, con las montañas. Estudia; se hace bachiller, y se hace abogado, y aprende idiomas. Viaja por España, Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, y en todas partes se halla como en casa propia; ninguna puerta se le cierra: todas se le abren. Pero la patria lo llama, y a ella vuelve. Comienza a trabajar de abogado y a escribir en prosa y verso, para distintos periódicos y para el teatro. La abogacía mana oro y la pluma conquista aplausos. Pero, en el pecho, una mano de hierro le aprieta y estruja; y es que ve a su pueblo oprimido: a sus hermanos convertidos en siervos. Y esto no debía ser: ningún pueblo tiene derecho a erigirse en amo de otro pueblo! Ni aun con el nombre de madre debía una nación tener bajo tutela a unos hijos que ya deseaban andar solos por el mundo. Solos, que aunque la tormenta los esperara; aunque el fuego de las pasiones los amenazara un día con dispersarlos o destruirlos!...


“Conspirar es delito: apelar a sociedades secretas para propagar una idea, es delito, cuando esa idea se puede expresar por medio de la prensa. Pero cuando ese medio de publicidad está vedado, y el ideal que se persigue es el de libertad, conspirar y formar sociedades secretas es justo y honrado. No son los mejores gobiernos los que saben descubrir conspiraciones y verter la sangre de los conspiradores, sino los que no dan lugar a conspiraciones: a que haya conspiradores! Así, Céspedes expresa una ocasión, en público, su manera de pensar acerca de la suerte de su país, y le cuesta una prisión. Más tarde sufre otra, y otra. El camino de los redentores está sembrado de espinas. ¡No hay Cristo sin calvario! ¿Qué hacer entonces? En el silencio del bosque y en la oscuridad de la noche se reúne con amigos y compañeros, y fragua y prepara la revolución. Y ésta tiene, por fin, su comienzo el 10 de octubre de 1868. El 10 de octubre es fecha que deben recordar con recogimiento y con ternura todos los cubanos. Ese día comenzó en Cuba la vida, si no de la soberanía, al menos de la dignidad. Hasta entonces no era más que una fábrica de hacer dinero, una factoría, un presidio rodeado de agua... fue la primera disposición de Céspedes, al levantarse en armas y enarbolar la bandera de la libertad, emancipar a sus esclavos. Si, a sus esclavos, porque en aquellos tiempos, las mujeres negras eran esclavas y se vendían cono ahora las vacas, con cría o sin cría; y los hombres negros eran esclavos y se hacía constar si eran mulequeros o mulecones. Pelea luego; ataca a Yara, con tan mala suerte, que sus fuerzas, sorprendidas, se dispersan. Con un grupo de bravos que le rodea, se obstina en resistir hasta última hora. -"Todo se ha perdido"- exclama uno de sus compañeros. A lo que él responde -"Aun quedamos doce hombres: bastan para hacer la independencia de Cuba." De esta derrota se consuela días después, al entrar victorioso en Bayamo y ser investido con el título de Capitán General del Ejército Libertador. Viene después la asamblea de Guáimaro y es nombrado Presidente de la República en armas. Y viene después su desacuerdo con la Cámara de Representantes, y, en consecuencia, una era de suspicacias y de recelos sistemáticos, de días sin sol, en que el derecho es palabra sin sentido y la ley medio de opresión, en manos de los mismos que querían cimentar la libertad y con ella el imperio de la justicia.


“En plena ebullición de las pasiones, es depuesto como Presidente, por la Cámara de Representantes. Acepta con resignación el veredicto de los mandatarios de su pueblo. Y es entonces que se muestra más abnegado y sublime que nunca, porque se muestra vencedor de sí mismo. Se necesita más valor para ahogar las propias ambiciones y, sobre todo, para deponer lo que uno estima sus derechos, que para arremeter contra un enemigo superior en número y fortaleza. ¿A dónde fue Céspedes cuando dejó de ser quien era en la revolución? Ah! no fue a pasarse al enemigo: no fue a hablar mal de la causa que poco antes era su bandera. Se fue al monte, a enseñar a leer y a escribir a los niños de los alrededores de San Lorenzo. Así, domado el espíritu, apaciguado el ánimo, tal como un abuelo, como un patriarca bíblico, lo sorprendió un día el enemigo, solo y sin más armas que su revólver. Y así, viejo, decide vender cara su vida y dispara hasta el último tiro; es decir, hasta el penúltimo; que el postrero se lo clavó en la frente ancha, prefiriendo que cogieran el cadáver del ex-Presidente, al ex-Presidente, abandonado y maltratado ya por la furia de sus propios hermanos.


“La humanidad es fea a veces. Pero un hombre grande lo reconcilia a uno con la Humanidad. Como a padre debemos todos venerar a Céspedes. Céspedes; padre nuestro que estás en la Inmortalidad, al lado de Bolívar y San Martín, Hidalgo y Martí...”



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Última Revisión: 1 de diciembre del 2010
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