Guije.com José Morales Lemus en «Próceres» por Néstor Carbonel
  
José Morales Lemus en «Próceres». Bandera de Cuba.

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José Morales Lemus
en Próceres
por Néstor Carbonel

José Morales Lemus en «Próceres» por Néstor Carbonel.
José Morales Lemus
“Nació el 10 de mayo de 1808.”
“Murió el 28 de junio de 1870.”

“En una aldehuela de la provincia oriental, en el embarcadero de Gibara, nació José Morales Lemus, uno de los más conspicuos cubanos de la pasada centuria. La casualidad lo hizo nacer allí, la casualidad, para quien no hay regla, ni lógica, ni razones, ni leyes. Era su padre, natural de Canarias, capitán de barco, y viajaba en compañía de su esposa. De pronto, cerca de las costas cubanas, ella se sintió presa de los dolores del parto, lo que determinó que desembarcara. A los pocos meses de nacido, quedó huérfano de madre; y del autor de sus días, es cierto que no supo nunca más... Pero la vida está llena de sorpresas. Y así lo vemos, de niño desvalido, pasar a ser, bajo la protección de dos paisanos del padre, estudiante, y recibir buena educación y graduarse en la Habana, primero de bachiller y luego de abogado. Más tarde lo vemos convertido, por la generosidad de otro canario, cuyos intereses administraba desde muy joven, en hombre rico, en dueño de una cuantiosa fortuna.


“La abogacía, el derecho -¡bella carrera para quienes puedan ejercerla en un país donde la justicia no sea una farsa!- no le sedujo ni le llevó a la conquista de resonantes triunfos. Modesto, reposado, sin el don de una palabra brillante, fue, más que un abogado capaz de conmover a un jurado y confundirlo, un abogado de consulta. Para ser un buen consejero tenía estas cualidades: era estudioso, paciente, conciliador, afable. Cuando los desaciertos y los abusos cometidos por los gobernantes españoles Tacón y O'Donell, hicieron germinar en el corazón de algunos cubanos la idea de la anexión a los Estados Unidos, se fundó un partido anexionista, al cual perteneció Morales Lemus apenas quedó constituido. Este partido cubano fracasó años después, debido a la oposición vigorosa y razonada que en el orden de las ideas le hizo José Antonio Saco y a que, en el orden de los hechos, las expediciones de Narciso López no fueron lo que se esperaba. Más tarde, seca ya la sangre de López y de los suyos, formóse otra agrupación, bajo la jefatura del talentoso y valiente catalán Ramón Pintó, con los mismos fines anexionistas, agrupación de la que Morales Lemus fue una de las principales cabezas.


“Denunciada, no se sabe por quién, la conspiración al general Concha, gobernador entonces de la Isla, abrió un proceso, y por último, hizo subir al patíbulo a Pintó. A pesar de esto, la conspiración continuaba. Morales Lemus hizo un viaje a New York, donde celebró conferencias con los que habían de ser jefes del movimiento armado. España, conocedora de lo que se tramaba, apeló a Inglaterra y a Francia para que en su favor alegaran ante el Gobierno de Washington. Así lo hicieron estas naciones, dando con ello lugar a que, en evitación de un serio conflicto con las más poderosas naciones europeas, el general americano Quitman, el hombre de la palabra comprometida, deshiciera los planes y abandonara todo espíritu aventurero. Después de este fracaso, Cuba quedó sumida en una paz todavía más despótica.


“Gracias a que no representaba papel en esta conspiración, se salvó Morales Lemus de la cárcel, cuando no de la muerte. Años después, siendo gobernador de Cuba el general Dulce, reunió en su casa un grupo de amigos, a los cuales invitó a contribuir con dinero para la fundación de un periódico. El contribuyó con una fuerte suma, y a principios de mayo de 1863, El Siglo, periódico que hizo famoso el Conde de Pozos Dulce, gran cubano de ardiente y sano patriotismo, comenzó a ver la luz pública. Junto con El Siglo nació también un partido compuesto por elementos liberales, hijos del país. De este partido vióse exaltado al primer puesto. En vano el llamado partido reformista pidió, clamó España estaba sorda a toda reforma que implicara un bien para los cubanos. Hubo reformas, sí, pero no las solicitadas, sino algo que constituyó un tremendo sarcasmo y que despertó profunda indignación. No obstante, continuaron luchando. Y cuando las elecciones para elegir los diez y seis comisionados cubanos que debían asistir a una junta convocada por el Gobierno de España, Morales Lemus fue elegido uno de ellos por el distrito de Remedios. A España fueron los delegados cubanos. Las sesiones tuvieron efecto en un salón del ministerio del Ultramar. En ellas nada consiguieron los cubanos, a no ser nuevos vejámenes...


“Entonces fue que presentó Morales Lemus un proyecto completo de autonomía política para la isla, inspirado en la mayor suma de libertades posibles. De haber aceptado España dicho plan -dice Piñeyro- , "la hora de la inevitable separación hubiera llegado algo más tarde". Pero España no lo tomó en consideración. Aparentemente tranquilo, aunque rebosante de amargura, vuelve a Cuba, donde comienza de nuevo a ocuparse de su bufete. Pero el país, oprimido acaso más que nunca bajo la espada del general Lersundi, se revolvía inquieto. Se conspiraba, las almas estaban palpitantes de esperanza. Así, estalla la guerra en Yara, el 10 de octubre de 1.868. España, queriendo endulzar a los cubanos, manda de Gobernador al general Dulce fue bajo el mando de éste que ocurrieron los sucesos llamados del teatro Villanueva y el palacio de Aldama. Morales Lemus, desde los primeros días de la llegada del gobernante español, se embarcó para New York. Allí, desde su arribo, se puso a explorar el sentir del gobierno americano, esperanzado de que pudiera favorecer a los cubanos en su lucha por la independencia. Viejo, achacoso, aceptó sin embargo el cargo de representante de la revolución en los Estados Unidos. A poco de tomar posesión de la presidencia de los Estados Unidos el general Grant, Morales Lemus obtiene de él una audiencia en la cual le expone la situación de Cuba y las aspiraciones de los cubanos en armas. Grant lo oyó con interés, y al despedirse le dijo: "Sosteneos por un poco de tiempo más y obtendréis aún más de lo que esperáis". Más tarde visitó al Secretario de Estado, a Hamilton Fish. Todo perecía marchar bien, parecía un hecho el reconocimiento de la beligerancia de los cubanos. Pero fue entonces que Fish, aduciendo razones de peso, lo mismo que el senador Charles Summer, se opusieron a ese reconocimiento, en tanto que el Secretario de la Guerra, Rawlins, con hondas simpatías por los cubanos, trataba en vano de ganar el ánimo de Grant.


“Después de esta visita a Washington, vuelve a New York Morales Lemus, donde lo esperaban halagadoras nuevas de la patria: la noticia de que en Guáimaro se había constituido el primer Gobierno cubano y se había proclamado Presidente a Carlos Manuel de Céspedes. También recibió las credenciales de Enviado extraordinario y Ministro en los Estados Unidos, con poderes para gestionar el reconocimiento de la independencia. Morales Lemus nombró Secretario de la Legación a Enrique Piñeyro. Días después de recibir estos papeles, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprueba una moción ofreciendo al poder ejecutivo su apoyo, por si juzgaba prudente el reconocimiento de la independencia y soberanía de Cuba. Apenas supo esto, volvió a Washington, donde hizo, por escrito, una exposición al Presidente.


“Incansable Morales Lemus en la tarea de recabar del Gobierno americano el reconocimiento de Cuba, vivía de entrevista en entrevista, y de Washington a New York. ¡Pero todo en vano! Como siempre, el egoísmo interesado mató en flor admirables intentos, ventajosos para los cubanos. En vano fueron las simpatías del propio presidente Grant y las de su secretario de la Guerra, el general Rawlins, el noble americano que antes de morir dijo a un colega suyo en el gabinete: "Os recomiendo a la pobre y martirizada Cuba." ¡Bendito sea tu recuerdo, americano generoso!


“La muerte del buen amigo de Cuba contrarió mucho a Morales Lemus. Ya no le era dable saber lo que pasaba en el Consejo de Secretarios. Al cabo, fracasado en sus gestiones cerca del Ejecutivo, concentró todos sus esfuerzos a fin de lograr del Congreso lo que de aquél no lograra. Inútil fue todo. España había hechizado al ministro americano en Madrid. Lo hechizaron a cortesías y a agasajos y a vanas palabras. Humo fueron al cabo las conversaciones entre Madrid y Washington acerca de la libertad de Cuba. ¿Qué importa a los que gozan de libertad, los que no gozan de ninguna? Lo que sufrió con todo esto Morales Lemus es indecible. Un puñal parecía habérsele clavado en el corazón. De imaginarse es lo que padecería un hombre que llegó a concebir la esperanza de ver a un gran pueblo extender el brazo fuerte en favor del suyo, y al cabo vio a aquel incapaz, por su bien, de poner en peligro su tranquilidad y sosiego.


“En pleno verano, en ese verano pesado de los Estados Unidos, cayó al fin, vencido, más que por los años y por la enfermedad, por la tristeza de ver a su tierra abandonada a su propia desventura, el hombre a quien, por otra parte, no abandonó jamás la fe en la pujanza y brío de sus paisanos.”



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Última Revisión: 1 de diciembre del 2010
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