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Apéndice 1
Apéndice 2
Apéndice 3
Apéndice 4
Apéndice 5
Apéndice 6
Apéndice 7
Apéndice 8



El Municipio de Trinidad
“Historia de Trinidad”
“Parte Tercera”
“Capítulo II”
“De la Producción Agrícola Primitiva”
Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

“Sumario: Auge de Trinidad a fines del siglo XVIII. -Desarrollo de la agricultura. -Fomento del algodón. -Esplendor de las vegas y haciendas de crianza. -Fiebre de cachimbos e ingenios. -Número de habitantes. -Contraste entre el lujo de unos pocos y la miseria de los más. -Escasez de pan, de trigo y de yuca. -Cultivo del trigo. -Vida pastoril, según Humboldt. -Las primeras contribuciones municipales. -Repartos vecinales y renta y fondo concejil. -El real de ganado. -Mayordomo de propios. -Arrendamiento de la barca del Manatí en 1755. -Nombramientos de Alarifes, Corredores de lonja, de contraste, etc. -Oficio vendible de Procurador. -Acuerdo de 1755 sobre remate del consumo de carnes. -Remate del matadero. -Otras reformas en la administración municipal. -Impuesto de carnicería. -Lugar de la carnicería o mercado de carnes. -La primera semilla de mango. -Precio de los primeros mangos: una onza de oro cada uno de ellos. -Naranjas y naranjales.


“En sus distintos aspectos, con verdadera significación en todos los órdenes y en franca vía de progreso, con más de cuatro mil quinientos habitantes en la parte urbanizada y diez y nueve mil en su comarca, según Humboldt, resurge Trinidad, al concluir el siglo XVIII. Afluye a ella buena suma de inmigrantes, de grandes iniciativas, y se fomentan, en gran escala, la agricultura y la ganadería y las feraces vegas de tabaco principalmente, a las orillas del Agabama; se construyeron "Cachimbos" azucareros e ingenios de considerable producción. Había algodonales extensos en el barrio de Cabagán, cultivo éste que fue continuado por los conquistadores que los Indios tenían en mucho aprecio y esmero, pues Jerez y Torres, de los primeros exploradores, encontraron mucho algodón "sembrado, hilado en rama y tejido", asegurando en su informe que: "estimose, en una sola casa, habría quinientas arrobas y que podrían coger al año cuatro mil quintales".


“Con el movimiento de sus puertos Guaurabo, Casilda y Masío, escogido este, sobre todo, para los desembarcos de expediciones negreras; en tráfico constante por el interior con la Capital y recibiendo, para su exportación, los frutos del departamento central; en relación frecuente con Jamaica y Costa Firme, al alborear el siglo XIX, Trinidad, con su Tenencia de Gobierno, presentaba una perspectiva muy halagüeña y gran pujanza económica, y fue en esa época cuando empezó a figurar, como ninguna población de la Isla, hasta parangonarse con la misma Capital.


“Antes de pasar al siglo XIX en cuya mitad fue la época dorada de Trinidad, conviene puntualizar algunos aspectos relacionados con el desenvolvimiento de esta región y, entre ellos, el económico.


“Ya, en 1732, en el Cabildo celebrado el 16 de mayo se trató de la mucha falta de casabe "en la República"; y de que "cada torta de casabe de a real haya de tener tres libras; porque, en el tiempo presente, se ha adulterado el dicho precio, y que se haga el repartimiento a los labradores de dicho efecto para el abasto de la República, y que este mandato dicen sus Mercedes y el Sr. Procurador General, promulgue el Sr. Presidente con la pena que a cada uno de los labradores corresponda; y se reconozca por el Sr. Alcalde, Don Tomás de Herrera, las dichas labranzas para su repartimiento por el Sr. Presidente; que sus Mercedes lo deberán de hacer porque así lo han determinado los señores Capitulares y Procurador General. Y el Alcalde Presidente dijo: que aprueba esta consulta y Cabildo por ser en beneficio de la República".


“Hace muchísimos años, allá, por el de 1770, faltó en esta Villa la sal de cocina y los pobres echaron mano de la "yagua", lo que originó una epidemia y hubo que ocurrir al Capitán General pidiendo auxilio, según cita del señor La Sagra.


“Este fecundo escritor, que visitó a Trinidad en 1859, paseaba de tarde por las orillas del pueblo y se extrañaba del aspecto miserable de las familias por su escualidez, suciedad y ajuar de pueblo primitivo. Aunque esto invade otro siglo, es bueno continuar diciendo que La Sagra preguntaba varias veces de qué vivían aquellas familias y nunca pudo saberlo. Vivían de privaciones. Quiso conocer el presupuesto de gastos y sólo pudo saber que una pobre mujer, sosteniendo cinco personas, enviaba por la mañana a comprar tres "chicos de azúcar" y uno de café. ¡Algo parecido a lo que sucede en estos días!


“Una Real Orden de 11 de mayo de 1682 intentó, en esa época remota, prevenir el conflicto de la escasez de pan, recomendando el cultivo del trigo, fundándose en que, "la provisión del trigo es uno de los medios que más aseguran y conservan las Repúblicas y las mantienen en felicidad y abundancia porque, no solamente se lograría la provisión de todo el "Presidio (este nombre se daba a la Habana entonces) a menos costas que entrándose de fuera, sino que se ocurriría al riesgo del hambre".


“En la villa trinitaria se emprendió el cultivo del trigo, aunque no en gran escala, pues fueron pocas las tahonas que se establecieron; pero, como la población era escasa, no se consumía otro pan sino el de trigo indígena. Todavía, en el primer cuarto del siglo XIX, se cosechaba algún trigo, practicándose la siembra en la segunda quincena del mes de octubre; y en Pascuas, ya el trigo estaba espigado, y se prolongaba la cosecha hasta el mes de marzo. La introducción de harina extranjera y la plaga de aljorra obligaron a abandonar los cultivos del trigo en esta zona pero continuaron en la de Villaclara.


“Observaba Humboldt como transcurría apaciblemente la vida trinitaria en forma pastoril, y cómo menudeaban las haciendas de crianzas. En los propios asaltos de los piratas y corsarios no fue el botín de oro, piedras preciosas u otras prendas: se llevaban de aquí ganado, esclavos y vituallas en su mayor parte.


“Los primeros arbitrios municipales, desde que se asentaba alguna población, consistían en rentas sobre tierras y solares media te remates anuales. Ciertos arbitrios sobre artículos de comercio fueron impuestos, pero desaprobados muchos de ellos. Otros se establecieron sobre puestos de mercado, administración de cobranza del rastro público, corral de Consejo, pulperías, pesas y medidas principalmente, la carnicería, a la que se le daba además el calificativo de Real.


“En el Cabildo trinitario de 11 de marzo de 1754 se trató de la improcedencia de los repartos vecinales, acordándose que "esta ciudad debe tener renta y fondo concejil para los gastos, socorros, y extirpación de repartimiento que se han causado en perjuicio público". En 2 de junio de 1751, por auto del Capitán General, Don Francisco Cagigal de la Vega, se concedió a Trinidad, el derecho de cobrar, sobre cada cabeza de ganado, lo que se llamó el "Real de ganado", cuyo producido se aplicaba a obras públicas.


“Con todo esto, la recaudación resultaba exigua, y se ve esto en que, en Cabildo de 21 de junio de 1754, para proceder a la obra de construir un puente sobre el paso del arroyo Sabanilla, hubo necesidad de hacerlo costear por los labradores. En otro cabildo de 17 de enero de 1755, en que se nombro Mayordomo de Propios a Don José Iznaga, se trató de rentas municipales, y esto vuelve a tratarse en 11 de Abril de ese año, sobre los ejidos y el arbitrio sobre "los potreros intrusos", tomándose también acuerdo sobre arrendamiento de la barca del río Manatí para dedicar su producto a beneficio de propios.


“A los Mayordomos se les impuso por el Ayuntamiento, en 18 de abril del repetido año, la rendición de cuentas. También se crearon los alarifes, corredores de lonja, de contraste de platería, de carpintería, pregonero público. Otro acuerdo fue el de establecer el oficio vendible de Procurador para el curso y despacho de los pleitos y causas, haciendo esto en beneficio de la renta de la ciudad. En 25 de octubre de ese año 1755, por el Cabildo "se propone rematarse el consumo de carnes, siendo su precio corriente el de un real por cada cuatro libras; este era el precio del remate, hasta que haya mejor postor". También se acordó el remate del matadero, cesando la contribución de la pesa, pero estableciendo una nueva a los hacendados. Fue en 1756 cuando se empezó a cobrar el impuesto para la construcción del matadero, arbitrio de un real por cabeza, y se tomaron medidas para evitar que se introdujera en él reses hurtadas.


“Hasta el cabildo de 9 de junio de 1817 no se acordó formar dos libros en blanco: uno, en poder del Cabildo, el otro, en el del Mayordomo. Se guardaban los caudales en un arca de las que eran claveros el Alcalde-Presidente, el Escribano del Ayuntamiento y Mayordomo de Propios. Cada uno guardaba su llave, sin poder confiarla, por ningún motivo, al otro. En 21 de enero de 1843 quedó establecido el "Libro Becerro", constante de todos los bienes de propios y arbitrios y de las notas y datos de que se varan los Mayordomos para hacer la cobranza.


“Por lo visto el impuesto de carnicería y sus derivados fueron los más importantes en la formación de la villa trinitaria. Un dato curioso: la carnicería se encontraba en el lugar más céntrico; así, en un testamento de fecha 17 de mayo de 1792, otorgado por Don Tomás Pérez Benegas, ante Francisco Antonio Muñoz, escribano público, aparece:


“"3-Item: declaro por mis bienes; la casa de mi propiedad de "refa y teja con el terreno que dividen sus linderos situada en la calle Real del Jigüe con salida, en lo interior, a la calle que baja de la Sacristía de la Iglesia Parroquial para la CARNICERIA..." Este establecimiento pues se encontraba en lugar preferente de la Villa.


“Todavía, en 1824, en un anuncio publicado en "El Correo" de 24 de octubre de ese año, se dispone por mandato del Alcalde ordinario: "Notándose el abuso perjudicial de que los Puestos de vender carne están diseminados dentro de la ciudad en parajes que no son designados por la municipal, y en las disposiciones de buen gobierno, ocasionándose los medios de que se pueden ocultar los repetidos hurtos de ganados que se experimentan en la jurisdicción, mando que sólo pueden permanecer los puestos del mercado público en la Plaza de San Francisco de Paula y los de las Lomitas de Puertas y María Magdalena de Fuentes, que guardan la comodidad para el abasto, con la precisa condición de que mantengan a la expectación la cabeza y cuero de la res hasta las nueve de la mañana, y a los infractores se les condena, bajo la multa de cuatro ducados, con las aplicaciones ordinarias de que cuidaran los Comisarios de Policía bajo su responsabilidad".


“Hemos hecho mención de algunos productos trinitarios y arbitrios locales y de como fueron desenvolviéndose. De otros pudiera también darse noticias, pero nos concretaremos, para finalizar a algo que ha venido a ser después, principalmente, en épocas calamitosas, alimento del pobre y de los patriotas en armas. Nos referimos al mango.


“Dice un antiguo recorte de periódico: "Una de las tres primeras semillas de mango que vinieron a esta Isla se sembró en la estancia de Don Andrés Alvarez Calderón, en la cual está hoy parte de la calle de la Salud (Boca) y sus paralelas, en la ciudad de Trinidad. El árbol que nació de dicha semilla produjo, la primera vez, cinco mangos, dos de los cuales vendió, a onza de oro cada uno, el jardinero de dicha estancia".


“Según el "Prontuario de Agricultura" de Don Antonio Bachiller y Morales, la semilla del mango la trajo, a fines del siglo XVIII, Don Felipe Alwood, y en 1790 se habló de su feliz germinación en el Papel Periódico de la Habana.


“El mango es originario del Asia; los brahamanes acostumbran adornar sus casas con sus ramas en los días de fiesta. Se refiere que, en el año de 1782, la escuadra de Rodney apresó un bergantín que conducía unos ejemplares a Santo Domingo, procedentes de la Isla de Francia. Estos ejemplares fueron introducidos en Jamaica, de donde, ocho años más tarde, vinieron a Cuba.


“Mucho se ha multiplicado el mango original sembrado en la calle de la Salud de nuestra ciudad, pero se han perdido algunas de sus variedades, entre ellas, una que se describía como mango absolutamente negro, de la Aguada del Santo, en las estribaciones del Pico del Proterillo, de pulpa color de naranja y tan dulce, que impedía el comer mas de dos sin tomar agua. Se han introducido otros ejemplares y variedades apreciables que constituyen una nueva fuente de riqueza para Trinidad que, hasta en las frutas, pudiera tener un rico mercado ya en estado natural, ya en conserva como acontece en otros pueblos de esta provincia.


“Las lomas trinitarias contienen inmensa riqueza de cafetales de bellísimos panoramas y de magníficos rendimientos. Se cosechaban antes exquisitas naranjas; pero, con la introducción de ellas procedentes de la provincia camagüeyana, se abandonó el cultivo en las lomas. En su valiosa finca "El Abanico", cerca de la ciudad, el Ingeniero Guillermo G. Fisher las cultiva esmeradamente, empleando métodos modernos, entre ellos, el de reproducción por injerto, y ya (1943) posee extensos naranjales que constituyen un progreso agrícola de positivos beneficios.”




Vistas de la ciudad de Trinidad, en la provincia de Las Villas en las Tarjetas Postales




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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