Guije.com Ermita de Santa Cruz y de sus Tradiciones en «Historia de Trinidad» en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba


Ermita de Santa Cruz y de sus Tradiciones, Historia de Trinidad, Las Villas, Cuba


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Apéndice 1
Apéndice 2
Apéndice 3
Apéndice 4
Apéndice 5
Apéndice 6
Apéndice 7
Apéndice 8



El Municipio de Trinidad
“Historia de Trinidad”
“Parte Cuarta”
“Capítulo VII”
“De la Ermita de Santa Cruz y de sus Tradiciones”
Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

“Sumario La ermita de la Santa Cruz de la Piedad. -La Cruz de guayacán del fraile trinitario Nazario. -Reconstrucción por el Padre Manuel Hernández de la Rivera de la ermita o choza. -La campana y sus vicisitudes. -Romerías tradicionales a la ermita de la Piedad. -Ruina de la ermita y proyecto de su reconstrucción en otro sitio. -Su erección en la quinta de las Almendras de Carmen Iznaga en 1842. -Por su estado ruinoso se derribó en 1858 -Historial de su campana y tradición a que ha dado origen.


La Ermita de Santa Cruz de la Piedad. Historia de Trinidad, Las Villas, Cuba.

“El Padre Jiménez de la Romera, al referirse a las Iglesias de la Villa de Trinidad, describe la ermita de la Cruz de la Piedad, situada a quinientas varas de la población, al otro lado del río Táyaba, en un pequeño edificio sostenido con algunas mandas pías y que, desde antiguo, fue lugar de romerías en la fecha del 3 de mayo, festividad de la Invención de la Santa Cruz.


“Otro historiador, Urrutia, inserta, en su obra conocida las noticias dadas por el cura párroco sobre fundación de los templos de Trinidad, noticias de extraordinaria importancia que datan de 1830, fecha en que era jefe de la grey católica en nuestra ciudad el padre Don José Joaquín Polo, de feliz memoria.


“Esa narración comprende datos sobre la ermita de la Santa Cruz de la Piedad, cuya fundación era antiquísima. Se cuenta que desde principios de la colonización, un Fraile, trinitario de nacimiento, conocido por Nazario, colocó, sobre una piedra hendida, la Cruz de guayacán; y que nombrose de la Piedad, porque los presos y esclavos prófugos que a ella se abrazaban, arrodillados, obtenían la condonación de la pena severa que se les imponía en aquellos tiempos.


“Allí, cerca de la tosca cruz, lábaro de redención para tantos fugitivos, se levantó, cobijada de guano, una rústica ermita que cuidaban dos morenos ancianos, Melchor y Bartolomé. Respecto al lugar donde se levantaba la ermita, aunque Jiménez de la Romera dice que al otro lado del río, parece seguro que existió, primero, donde hay hoy una pequeña casa con su portal, conforme al grabado a la izquierda del camino de las quintas, al final de la Barranca, quedándole, al fondo, las fábricas de la bomba que, para surtir de agua a Trinidad, establecieron, por los años de 1850 al 57, Sallés y Peltier.


“La sagrada choza fue destruida por un incendio. Un apóstol de aquella época -el Padre Manuel Hernández de Rivera- reconstruyó la fábrica de la ermita, tejándola, de doce varas de largo por ocho de ancho, semejante a la forma que aparece en el otro grabado, ayudado con una donación que, se dice, ascendió a tres mil pesos de principal y que fue dejada, para mantener el culto, por el Alcalde Provincial, Regidor, Don José González Ossorio. Algún tiempo careció la ermita de la campana, porque el Gobernador, Don Francisco Gutiérrez de Rivera, la llevó, prestada, para que sirviera de reloj público, y de aviso, para el Ayuntamiento, en determinados días; y, por ese motivo, en acta de Cabildo de 19 de octubre de 1753, dijeron Sus Mercedes: "Que este Ayuntamiento queda responsable de la satisfacción de la citada campana, siempre que se intente por el Sr. Juez Eclesiástico".


“El camarero de la Cruz de la Piedad, Don Bartolomé Vicente, se dirigió al Capitán General, Conde de Gálvez, reclamando la campana, en 1785, alegando que, el Gobernador Gutiérrez hacía como veinte años que la había llevado al Cabildo para los usos citados, y que la Ermita carecía de ella para las devociones y divinos oficios. En acuerdo de 21 de octubre, el Ayuntamiento ofreció devolverle o pagar su importe, y dispuso que se bajara para conocer su valor intrínseco, "procediéndose a examinar su magnitud para poder volver su valor real y que se funde otra campana para los usos de públicos y Cabildos". Parece que ese acuerdo quedó incumplido, porque en otra sesión de 9 de noviembre de 1787, a virtud de nueva reclamación de Don Bartolomé Vicente, volvió a acordarse que se le entregara la discutida campana.


“Las romerías de la Cruz de la Piedad eran muy animadas; su fama corrió muchas leguas a la redonda; y allí, arrodillados ante la dura piedra y enlazados al árbol de la tosca cruz, muchos delincuentes, al obtener la gracia, se convertían. El lugar pintoresco y animado en aquella época; la Barranca, primero, un camino vecinal y, después, empedrado como luce en la actualidad; el río, donde acudían las lavanderas desde la ciudad, a la cabeza, la típica canasta, vigiladas por un celador; las estancias cercanas que fueron convirtiéndose en quintas de recreo, todo esto daba al lugar un aspecto animado y pintoresco, mucho más, en los días señalados de las festividades de la Ermita. Algunas veces, era turbada la santidad y lo apacible del lugar con animadas escenas pastoriles que alteraban la serenidad del bueno del Padre Polo.


“Después fue decayendo el entusiasmo por el culto, de manera que, ya, por el año 1830, dicho sacerdote encargó al moreno Manuel Zerquera del cuidado de la ermita que, por otra parte, se iba deteriorando; y esto dio lugar a que, el Síndico del Ayuntamiento, en sesión de 25 de mayo de 1841, expusiera al Ayuntamiento, que estuvo conforme con sus manifestaciones, que: "La Ermita de la Cruz, que está al pie de la Barranca, está deteriorada; muchos vecinos desean su reedificación y, enteradas de que tiene una capellanía impuesta por Don José González Ossorio, la que sirve un Eclesiástico que está en Santiago de Cuba, solicitan el permiso para la reedificación de la Capilla y que el Capellán que está en Cuba cumpla con su deber o que se nombre otro que diga las Misas a que está obligado".


“El Ayuntamiento conoció en 21 de junio de ese año del oficio del Capitán General que informaba que, en 11 del propio mes, había expedido un auto por el que se previno librar despacho al Sr. Vicario Capitular del Arzobispado de Santiago de Cuba, a fin de que "Su Señoría se sirva prevenir al Presbítero, Don Antonio Delfín que, dentro del término de un mes, cumpla con la obligación de decir o mandar se diga misa en cada día festivo en la ermita de Nuestra Señora de la Piedad".


“El Ayuntamiento, previas las gracias de su Ilustrísima, acordó, también, reiterarle el asunto de la reedificación que se propuso de la Ermita, acuerdo que volvió a recordar en 31 de enero de 1842, al recibir oficio del secretario del Obispo de Guatemala. Administrador de la Mitra, fecha 4 de diciembre 1841, por el que se mandó que la capellanía mandada a fundar por el Capitán González Ossorio la sirviera el Colector; expresando, en el acuerdo, que la reedificación de la Ermita se haga, de nuevo, en lugar más a propósito para la concurrencia de los fieles, variándola, únicamente, a la distancia de poco más de trescientas varas, con lo cual quedaría expedita la barranca del río Táyaba para el tránsito público; dándose cuenta, en 28 de febrero de 1842, de otro oficio del Capitán General en el que se hacía referencia al recibido del Obispo con fecha 17 de aquel mes, permitiendo la reedificación de la ermita y su traslado en la forma anteriormente expuesta.


“Aparece que, en 11 de abril de 1842, fue colocada la primera piedra de la Iglesia de la Santa Cruz de la Piedad, trasladándose, de la antigua que existió en la Barranca, a un terreno cedido por el Regidor, Don José Ignacio de Layas, según consta en el plano de la ciudad levantado por Francisco Lavallée y Don Rafael Febles (plancha 5ª, parte primera del atlas cubano), donde figura en un terreno entre el camino real y el río Táyaba, trazando UN PUEBLO NUEVO, con una fábrica que dice: "Iglesia de la Santa Cruz".


“Una plancha de bronce que existe en el archivo de esta parroquia atestigua el proyecto que fue una de las muchas iniciativas del Gobernador, General Narciso López, con la cooperación de vecinos caritativos y limosnas recaudadas para esa obra piadosa. El local escogido fue la quinta llamada de las "Almendras", de Doña Carmen Iznaga, a orillas del río Táyaba; pero, la existencia de la nueva Ermita fue corta, porque, en 31 de agosto de 1857, Doña Juana Hernández de Iznaga dio cuenta al Ayuntamiento de que, el local de dicha iglesia, se encontraba en estado ruinoso, "y' que lo hacía presente, a fin de evitar las desgracias que pudiera ocasionar su derrumbe". Efectivamente, por disposición del Ayuntamiento, aseguraron ser cierto esto los Maestros de albañilería y carpintería en el informe de 5 de octubre de 1858, y conoció el Ayuntamiento del derribo de la ermita, habiéndose pasado previamente la petición de derribo de Doña Juana Hernández de Iznaga, al Cura Vicario correspondiente.


“Todavía se llama "Charco de la Cruz" el remanso contiguo al lugar donde estuvo la primitiva ermita. Estos terrenos los solicitó, en 17 de diciembre de 1844, Don José Bernardino Cadalso y le fueron cedidos, pagando cincuenta pesos, a la renta de propios, en reconocimiento, a censo, por ese cuarto de solar, con la condición de que, si el terreno fuere necesario para el ensanche del camino que conduce al río, lo cedería al municipio. En los terrenos, donde estaba la ermita de la cruz, descubrió una veta de barro Don Agustín Triana, y se le concedió permiso para su explotación. La campana de la ermita que dio lugar a tan largo litigio se conserva colocada en la torre del Convento de San Francisco de Asís con una inscripción, casi borrada, que dice: "La Santa Cruz", con cruces de relieve, al lado derecho, reflejándose, como por milagroso espejismo en las aguas del "Charco de la Cruz", de cuyas profundidades ha sentido brotar un viejo pescador como ruidos metálicos...


“El grabado que rememora la ermita de la Cruz de la Piedad es reproducción del dibujo hecho por un desaparecido compañero, de magníficas dotes artísticas, Eduardo A. Font Herr, quien, sobre el terreno, y con arreglo a las noticias del Padre Polo, reconstruyó con su lápiz la ermita en la forma en que se ve.


“De tan hermosa tradición -que habla del consuelo de almas atribuladas por el delito, santificadas, después, con la fe en el abrazo a la Cruz redentora, y que recuerda, también, épocas añejas de costumbres patriarcales y arranques generosos, hemos querido decir aquí algo que borre el polvillo tan tenue, como maligno, que cubre nuestra desconocida, al par que interesante, historia local.”




Vistas de la ciudad de Trinidad, en la provincia de Las Villas en las Tarjetas Postales




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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