Guije.com Semana Santa en «Historia de Trinidad» en Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba


Semana Santa en la Historia de Trinidad, Las Villas, Cuba


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Apéndice 1
Apéndice 2
Apéndice 3
Apéndice 4
Apéndice 5
Apéndice 6
Apéndice 7
Apéndice 8



El Municipio de Trinidad
“Historia de Trinidad”
“Parte Cuarta”
“Capítulo X”
“De la Semana Santa y de las Procesiones”
Ciudades, Pueblos y Lugares de Cuba

“Sumario: Las procesiones y su celebración. -No la conocieron los fundadores de la ciudad. -Itinerario de las antiguas procesiones. -La ermita de la calle de la Salud y el cementerio que estaba en el viejo convento. -De la Parroquial. -El por qué del actual itinerario. -La plazoleta de Sagarte. -En el siglo XVIII comienzan nuestras procesiones de semana santa. -La primera procesión fue el jueves santo de 1716. -Primera vez que el Cristo de la Veracruz sale en procesión. -Don Nicolás de Pablos Vélez y su culto. -Acompañamientos de las procesiones. -Los penitentes. -Los sayones. -Su número. -Quiénes cargaban las imágenes. -Se reduce el número de las procesiones. -Procesión del viernes de dolores. -Procesiones antiguas. -La llegada a Trinidad del Cristo de la Veracruz. -Sus tradiciones. -Bendición de la imagen. -Cofradía del Cristo. -Calles del Cristo y de la Salud. -Los padres Manuel y Tomás Hernández de Rivera. -Quién costeó la cubierta de plata de la peana y quién la hizo. -El estandarte de 1713. -El Cristo de la Veracruz y las calamidades públicas. -Donación de la bellísima imagen a la parroquial mayor. -Fiestas de tabla. -Actos religiosos; el jueves y viernes santo. -El Cristo del Santo Sepulcro y sus dueños. -Veneración del santo. -El calvario y sus cruces. -La leyenda en torno a estas procesiones. -Las reliquias de santos y las procesiones. -Disposiciones del Obispo Morel de Santa Cruz. -Reliquias de la Santísima Trinidad. -La figura del Centurión. -Los apóstoles. -El estandarte romano con su inscripción: S.P.Q.R. -El sábado de gloria y sus actos religiosos. -Actos populares. -Domingo de resurrección. -Fiestas Religiosas. -La tradición aviva las procesiones de semana santa. -Incidentes por variación del itinerario. Actitud del pueblo. -Trinidad en los días de las procesiones. Afluencia de nativos y forasteros. -Imponente espectáculo el de estos actos. -Emoción popular. -Respeto y orden observados siempre. -El pueblo marcha como custodio de las imágenes. -El alma trinitaria se dilata en la religiosidad de estos actos.


Semana Santa y las Procesiones. Historia de Trinidad, Las Villas, Cuba.

“Las procesiones de la Semana Santa no datan en esta ciudad de los primeros tiempos de la fundación de la Iglesia Parroquial, como la de Corpus Christi, festividad que, con la de la Santísima Trinidad, patrona de la Villa, sí tenía celebración desde la más remota época. En los primeros tiempos, ni por la forma de fabricación de las casas, ni por la construcción de la primitiva Iglesia, ni por la carencia de calles, ni por lo exiguo del vecindario, salían procesiones en la Semana Mayor; además, tampoco existían las imágenes para los pasos. Había rogativas alrededor de la Ermita Parroquial y del pequeño recinto urbano.


“Ateniéndonos a una información periodística antigua, el barrio, llamado del Calvario, (extremidad de la calle de la Amargura), tomó ese nombre por ser elegido, desde tiempos inmemoriales, para salida y retorno de las procesiones de la semana de pasión que recorrían el trayecto mediado desde la ermita del cementerio a la otra, situada a la subida de la barranca del río cruzando también por la calle Real del Jigüe. Aunque al final de la calle que se llama de la Boca existió, antes de haber Cementerio Católico, una ermita dedicada a nuestra Señora de la Salud, no es de ahí de donde partían las procesiones: la Ermita llamada del cementerio era la propia parroquial, donde tenían lugar los enterramientos en aquella época. Es decir, que la primera noticia que se puede rastrear indica que, de la Ermita Parroquial, empezaron a salir las procesiones de la Semana Santa y que iban a la otra Ermita de la barranca del río, la de la Cruz de la Piedad, originándose, de ahí el recorrido que ha continuado a través de los siglos, con la diferencia que, construido ya el Calvario y desaparecida la Ermita de la Cruz, las procesiones doblaron por la calle de San Antonio para conservar su primitivo recorrido por Real del Jigüe y Amargura, extendiéndose hasta Alameda, a virtud de que esa cuadra la recorrían las Estaciones de la Cuaresma (que, primitivamente, bajaban Rosario doblando por Gloria: de ahí sus nombres) desde que colocó una cruz en su morada (la típica casa que se conserva frente al callejón llamado de Galdós) el Presbítero Juan Andrés Sagarte, cuyo apelativo dio nombre a la Plazoleta que forman las calles Alameda y Cristo de la Veracruz; y, en esta calle, en su histórica mansión, fué colocada otra cruz por Don José Antonio Muñoz, de piadosa estirpe.


“Puede asegurarse que, en todo el siglo XVII, no hubo procesiones en la Semana Mayor, y que estos actos del culto público comenzaron a principios del siglo siguiente, (1) reconstruida la Iglesia Parroquial, después del saqueo de las hordas de Gant. Está relacionada la que puede estimarse, como primera procesión de' Jueves Santo, efectuada en 16 de marzo de 1716, con la asistencia a ella del Obispo Fray Gerónimo Valdés, siendo la vez primera que recorrió las calles trinitarias el venerado Señor de la Veracruz que, desde 1713, se encontraba en la casa de su adquirente, el Capitán Don Nicolás Pablos Vélez, rindiéndosele ese culto que fue, en principio, una costumbre entre las piadosas familias católicas, cuando tenían en sus casas las imágenes y les atribuían rendido homenaje en privado.


“Las procesiones, en los comienzos del siglo XVIII, no iban acompañadas de las extrañas figuras que precedían a la de Corpus Christi; solamente iban los miembros de órdenes religiosas y los acompañantes; y los penitentes, unos, vestidos de telas burdas (todavía en los últimos tiempos pudieron verse algunas personas con trajes de sacos de envasar azúcar), y otras, con trajes ligeros, y se abrazaban a las cruces colocadas en las paredes, dejándose azotar a manera de castigo : es el caso científico de la flagelación, estudiado por doctos especialistas.


“Iban en el séquito de las procesiones -y todavía se conserva esta costumbre, trasmitida como promesa o tradición familiar-, los llamados sayones de largo capuchón, vestidos de telas verdes o atoradas, remedando a los judíos victimarios de Jesucristo. No eran numerosos los sayones, pues de un acta que aparece levantada el dos de abril de 1914. en la casa del Cura Párroco de esta feligresía, Padre Amadeo Fiógere, de tan grata recordación, consta que fue aumentado el número de sayones de trece que siempre habían sido hasta veinticuatro. En los primeros tiempos solamente los sayones cargaban las imágenes; era un especial favor ceder las andas a otra persona.. Las procesiones de semana mayor se fueron reduciendo en número hasta el presente en que se celebran sólo el martes, jueves y viernes santos y el domingo de Resurección. En pasadas épocas, la vida trinitaria, durante esa semana, era completamente religiosa, pudiendo decirse que se hacía más en la calle que en la casa. Algunos años hubo procesión de Dolores; en ese Viernes, por la mañana, había misa cantada con orquesta; a las cinco de la tarde, la procesión, y, a la entrada, el septenario de Dolores, con orquesta, sermón, el Stabat Mater y Miserere. El domingo de Ramos como hoy, por la mañana, era la bendición y distribución de ramos, y misa cantada con procesión de las palmas.


“Ya en plena semana saeta, el lunes, se hacía la procesión de la oración en el huerto; el martes, la de la coronación de espinas que sacaba la cofradía de San Antonio; el miércoles, la del Nazareno: el Cristo recorría las calles con la cruz a cuestas. Durante esos días, se celebraba misa solemne cantada. Aún sale de la Iglesia de San Francisco de Paula, la procesión del martes que lleva la Humildad y Paciencia, buena escultura, en la que se ven brillantes lágrimas formadas de finas perlas, y con Juan y la Dolorosa recorre las calles de Gutiérrez y Jesús María, antes, hasta Desengaño, y, desde hace pocos años, dobla por Boca.


“Los Divinos Oficios no empezaban el jueves hasta las nueve de la mañana ; y, a las tres de la tarde, el Lavatorio. A las cinco, se sacaba la procesión del Señor de la Veracruz, a la que acompañaba, puede decirse, y continúa así, todo el pueblo devoto. Es una hermosa tradición la de esta milagrosa y bellísima imagen. La más antigua noticia al respecto, repetida siglo tras siglo, por piadosos labios y confirmada con documentos antiquísimos, enseña que fue hecha la escultura del Cristo en Barcelona por encargo de los fieles católicos de Veracruz. El barco que la trajo a América fue sorprendido por un huracán en las Antillas, y entró, de arribada, en Casilda para reparar las averías sufridas.


“Salió, de nuevo, el barco con su preciosa carga, y, otra vez, le sorprendió fuerte y peligroso chubasco, arribando nuevamente al puerto. Carenado, por tercera vez, volvió a zarpar y ¡cuál no sería el asombro de la gente costeña!, al ver que la embarcación regresaba demandando auxilio. En sus distintos retornos el barco había ido dejando parte de su cargamento y, en esta última vez, dejó el depósito, en el resguardo, una caja a disposición de los Franciscanos de Veracruz, caja que, el Capitán del barco -supersticioso como muchos marinos- estimaba causa de las interrupciones. Infló velas de nuevo la embarcación y, entonces, continuó rumbo a su destino sin que las olas detuvieran su marcha.


“Pasado algún tiempo sin ser reclamados los bultos dejados en resguardo, fue anunciada licitación, entre ellos, de la misteriosa caja en la que apareció la divina Imagen del Crucificado. Los fieles creyentes de la época decían que "el Señor no quería irse de Trinidad".


“Efectuada la subasta, la hermosa escultura, de tamaño natural, que constituye una verdadera maravilla -porque no escapó al cincel genial ni el más pequeño detalle anatómico, ni la más dulce expresión de mansedumbre-, fue adquirida en la cantidad de ochocientos escudos de plata por el piadoso y acaudalado vecino, Capitán Don Nicolás de Pablos Vélez. Y el Señor no fue a Veracruz; fue llevado en procesión, acompañado de gente de distinción, como de pobres pescadores y labriegos de las haciendas vecinas a la mansión del adquirente, donde -mediante el ritual católico fue bendecida la Imagen por el entonces Párroco Don Lucas Ponciano Escacena. Ocurría esto en el año 1713. En un viejo periódico trinitario se lee: "La casa donde se exhibía la Imagen era muy visitada, y todos rezaban ante ella".


“Desde entonces se formó la Cofradía del Señor de la Veracruz por las personas de mayor distinción; y se crearon a su favor impuestos y se hicieron donaciones para su sostenimiento y brillantez. A la calle de las Animas se le llamó Cristo de la Veracruz y, más tarde, a principios del siglo XIX, al fabricarse el Cementerio Católico del final de la calle de la Boca, a la Ermita que allí había, llamada de Nuestra Señora de la Salud, se le apellidó Ermita del Santo Cristo como a la Necrópolis. Esta cofradía del Señor de la Veracruz (según documentos notariales examinados), tuvo, por mucho tiempo, de Mayordomos a los padres Manuel y Tomás Hernández de Rivera (hasta 1819), nombres que están unidos a todas las fundaciones piadosas de Trinidad. En el año 1850, todavía existía dicha Cofradía, teniendo, por Mayordomo al Capitán Don Antonio José Muñoz, a cuya devoción se debe la cubierta de plata, sobre la primitiva peana de madera, hecha aquella, por el artífice Don Guillermo Mackie, según consta en la propia peana.


“Como recuerdo de la llegada del Señor de la Veracruz a esta ciudad se ha venido sacando, en la procesión del jueves Santo, un estandarte de fondo morado, con la inscripción que acredita este extremo; sucediendo que, en los últimos años, fue superpuesta la fecha del 1713 por la de 1731, originándose esto por confusión de la cifra que tiene la escultura; cifras que dice: "Ret.do 1731", año en que fijé retocada dicha imagen, según lo comprobó el conocido pintor Mariano Miguel.


“El estandarte primitivo que se ha venido copiando según se iba deteriorando por los años, tenía la fecha 1713, que es la que aparece copiada, como se ha dicho. El error consistió en que, el Sr. José Domingo Ramos, Mayordomo del Señor, vio la citada cifra 1731, pero no las letras que le anteceden, y lo avisó a Doña Angelita Miguel -que hace muchos años guarda dicho estandarte- y, una sobrina de Doña Angelita, la Srta. Elia Rosa Gómez Borrell., superpuso la fecha. Comprobado, últimamente, el error por el párroco Fray Salvador Villalba, se ha suprimido del referido estandarte la fecha alterada y ha quedado la de 1713, que venía apareciendo en los estandartes antiguos y que es la verdadera.


“Antes de establecerse regularmente las procesiones de la Semana Mayor, y, después de establecidas, el Señor de la Veracruz ha sido sacado en procesiones extraordinarias. en fechas memorables, en días calamitosos para el pueblo, en epidemias, sequías, guerras y otros males, haciéndosele rotativas que han llovido milagros incontables. Se ha tenido orgullo, por ciertas familias, en adornar la divina imagen y alumbrarla; y esto se ha trasmitido, como una tradición, cada vez, con mayor devoción y entusiasmo. Además, se celebra, en su honor, un solemne Triduo que termina el viernes de Dolores con septenario y sermones.


“Donada a la parroquial la imagen del Cristo de la Veracruz. por intercesión del Obispo Fray Gerónimo Valdés, se le concedió el derecho, al donante y a su familia, de recibir el enterramiento debajo del altar del Cristo. Así consta en disposiciones testamentarias del valiosísimo archivo general de protocolos; y, entre esas disposiciones de última voluntad, hay la declaración de que la señora Doña Clara de Pablos Vélez y Valdespino -hija de Nicolás- "se le entierra al pie del Sto. X pto. de Veracruz que, por derecho de sangre, le corresponde". Esta imagen estuvo, desde que fue llevada procesionalmente, en la Iglesia Parroquial, hasta 1814 en que, por ser destruida dicha Parroquial, fue trasladada al Convento de San Francisco de Asís y, el 1892, al nuevo templo de la Santísima Trinidad donde se encuentra hoy (1944). Después que entraba la procesión del jueves santo se celebraba el Oficio de Tinieblas y, concluido éste, se decía el sermón de Institución. Estos cultos entonces podían celebrarse, por la hora temprana con fijeza, a las 5 de la tarde en que salía la procesión; pero en estos últimos tiempos, la entrada de la procesión es tarde, y por la noche, en el templo, lo que se destaca, deslumbrantemente, es el Monumento con la Exposición del Santísimo Sacramento a que se rinde adoración.


“En el viernes santo, el más solemne día de las fiestas de las llamadas de Tabla, antiguamente -como en el Jueves Santo, en el día la Patrona y en Corpus-, el cabildo asistía en corporación, y el Sacristán Mayor, según estaba acordado (sesión de marzo 26 de 1751), era el que dirigía la ceremonia de la Paz que consistía en dar a besar una Imagen o Reliquia al Presidente, o a todo el Cabildo, como una señal de salutación, al entrar en la Iglesia. Por la mañana del viernes santo se celebraban los Divinos Oficios y la Adoración de la Cruz, la que continuaba todo el mediodía con Estaciones y Salmos.


“A las cinco de la tarde, tenía lugar el Sermón de Pasión y Seguidamente, la procesión del Santo Entierro, con el mayor recogimiento, con itinerario opuesto a la de la tarde anterior, con entrada por la calle Ripalda. estando, al toque de oraciones, de vuelta en la Iglesia que resultaba, y resulta aún, estrecha para contener la muchedumbre que, en tropel, acudía también a la histórica lomita de la casa donde vivían los Castiñeyra. Esta familia piadosa, Mayor domos algunos, de sus Cofradías, como la del Santísimo Sacramento, o de los primitivos sayones (lo fue, últimamente, Don Antonio Germán de Castiñeyra), era dueña del Santo Sepulcro y de su Cristo, pasando, después, a la virtuosa señora Luisa Andonaegui y Altuna que, dando una prueba singular de su desinterés y devoción (a pesar de lo precario de su estado en sus últimos años,) los donó, con sus pertenencias, a la Iglesia Parroquial de esta ciudad, representada por Fray Teodoro Alvaro de Manuel, según consta en Escritura No. 383, de noviembre de 1922, ante el Notario Dr. F. Fernández Quevedo. Terminada la procesión del Santo Entierro se predicaba el sermón de la Soledad con sus motivos conmovedores. Tanto en casa del Mayordomo, como en la Iglesia, era costumbre hacer tocar el Santo Sepulcro para santificarlos, rosarios, cruces, libros, cintas, reliquias y se rezaba, además, alguna oración.


“En la plazoleta que forman las calles de San Antonio, Real del Jigüe y Amargura, terminación del Calvario, se levantaban, antiguamente, tres grandes cruces, simulando el Gólgota (2), y se hacían ceremonias religiosas, como la del Descendimiento que, después, se celebró dentro de la Iglesia; ceremonia muy impresionante que se desarrollaba con un sermón alusivo al solemne acto. Pudiera suceder -la tradición que se ha ido diluyendo con el tiempo lo confirmaba- que en esa ceremonia, y, lo mismo, en los pasos de las procesiones de la semana santa, tomaran parte, representando a los personajes sagrados del Divino Drama, seres humanos; penitentes que se prestaban a semejar la Pasión de Cristo, como en muchos pueblos de España y en la pequeña, y pacífica aldea de Oberammengau, oculta en las lejanías de los Alpes tiroleses donde, desde 1634, ha venido exponiéndose al público, cada diez años en cumplimiento de una sagrada promesa.


“Tal vez ocurriera algo parecido en esta romántica Villa, imbuída de la más rígida credulidad en el siglo XVII, cuando a los bautizados, se les hacían exorcismos y bendiciones, como aparece en 1605, en un hijo del Alcalde Ordinario, Capitán Pedro de Soria. Fueron bautizados con el más extraño y patético ritualismo, en 10 de febrero de 1664, cuatro esclavos adultos por el propio Obispo de Santiago de Cuba, Juan de Santo Matías Sáenz de Mañozca y Murillo. estando aquí de visita pastoral, y fue este el primer Obispo que visitó esta parroquia. Su firma de excelentes y claros caracteres de letra se conserva en el acta levantada con motivo de esos bautizos. En 1597 (15 de enero), el Provisor Francisco Puebla, visitó la Parroquia, a nombre del Obispo Fr. Antonio D. Salcedo y es posible que el Obispo, Diego Sarmiento, en visita a los Cuatro Lugares, llegara a Trinidad en 1545.


“En las procesiones de la Semana Mayor los pasos han variado. En otras épocas, por una disposición del Prelado, Pedro Agustín Morel de Santa Cruz, dada en 1763, las parroquias que contaran con el honor de poseer reliquias auténticas, venidas de Roma, decían sacarlas en las procesiones más solemnes por `ministros ordenados in Sacris, con sobrepellices y dalmáticas, concediendo a los portadores, como a los fieles adoradores de ellas, 40 días de indulgencias, y lo mismo, a todos los que rezaren ante cada una de ellas un Padre Nuestro y un Ave María, rogando a Dios por la exaltación de nuestra santa fe".


“La parroquia Santísima Trinidad contaba con las sagradas reliquias de los santos mártires San Celso, San Fausto, San Justino, Santa Lucía y Santa Fructuosa, según consta del acta levantada en febrero 15 de 1892 por el Obispo D. Manuel Santander y Frutos que dispuso que esas reliquias "se colocaran en el nuevo Altar consagrado, dentro de preciosa caja de plata, construida al efecto".


“Todavía, en las procesiones del martes, jueves y viernes santos, sale el Centurión, (lo representó D. Pío D. Cadalso desde 1875 a 1937) que ha desaparecido en otros lugares donde hay procesiones la semana mayor. Todavía aquí aparecen en estos actos, los jueves y viernes, los Apóstoles, figurándolos niños trajeados, como los primeros discípulos de Cristo, que portan los distintos atributos, de la pasión y muerte del Redentor. Va también el estandarte con sus iniciales: S.P.Q.R. (Senatus populusqne romanus), todo lo relacionado con los extraordinarios hechos ocurridos en Judea en la crucifixión de Jesús.


“En el sábado de Gloria, los Divinos Oficios se cumplen con toda solemnidad en la Iglesia Parroquial, y se celebra, anticipadamente, la resurrección del Señor con toques de campanillas y campanas durante el canto de Gloria en que se descorren las cortinas de los altares.


“Alegre y largamente repican las viejas campanas del ex-Convento, calladas, desde la mañana del jueves santo, y sustituida todavía, por la ruidosa matraca. Se quemaban, en otra época, en el atrio y plazoleta de la Iglesia, grotescos muñecos llamados "Judas", como señal de condenación del discípulo traidor. En otro tiempo, parecía que, el sábado de Gloria, despertaba la ciudad de nuevo a la vida y al bullicio: era magnífico anticipo de la Pascua de Resurrección, y cesaban los ayunos, y, con la rica agualoja o de Loja, se desquitaba la gente de las penitencias, en sabrosos almuerzos rociado de delicioso soconusco y -dice "Un viejo" en el periódico "Patria", 1899- "los amigos solían sentarse a las mejores mesas, aunque eran modestas. Todavía no conocíamos los diuréticos espárragos ni las perfumadas trufas, y se almorzaba en alegre e íntima comunión, tasajito con casabe, arroz, plátanos fritos... todo traído de la finca. Pero no se comían la honra ajena". ¿Qué diría el viejo escritor de estos tiempos modernos, faltos de fe y caridad?


“Ahora, como antes, desde la madrugada del domingo, el vivo repiqueteo de las campanas despierta la ciudad para acudir a la fiesta de Resurrección, que comienza con las laudes. Antes ponían cortinas en las calles del tránsito y en las ventanas, entre ramos de palmas; lucían sus galas y atavíos las bellas trinitarias. La misa primera es cantada, y, concluida, sale la procesión. unos años con la Imagen de Cristo resucitado sobre el Santo Sepulcro; el discípulo amado, San Juan; y en otros, ha salido, la Virgen del Rosario; y en los últimos, la Soledad. Como remate, es conducido bajo palio el Santísimo Sacramento, al que acompañan infinidad de fieles y preciosas niñas de níveas vestiduras que van regando flores al paso de Jesús sacramentado.


“En pasada época, las imágenes de esta procesión que se llamaba del Encuentro, tomaban rumbos distintos, pues la Resurrección salía, primero. y el santísimo, bajo palio, tornando Cristo, Boca, a doblar por Real; San Juan y la Soledad verificaban la salida doblando por Desengaño, hasta frente al actual Colegio de las Madres Dominicas, verificando el Encuentro en esa esquina, al llegar la Resurrección. Entonces continuaba la procesión completa, el Santísimo, al final, entrando a la Iglesia por la calle Ripalda, tramo del frente de la casa de D. Saturnino Sánchez Iznaga. El saludo de las imágenes al Santísimo ocurría al pasar S. D. NI. por la plazoleta de la Iglesia, donde se detenían los pasos, que, después iban para casa de los Mayordomos (3).


“Las procesiones de la semana santa, con muy rara excepción, han dejado de llevarse a efecto en esta ciudad, con más o menos esplendor. Se recuerda que, en 1905, el Párroco Oswaldo F. Montes y Vega intentó variar el recorrido de las procesiones para llevarlas por la parte más céntrica, y originó tal protesta, que el, jueves santo, ya la Cruz y ciriales iban doblando por Boca para Gutiérrez, y, cuando llegaba el Señor de la Veracruz a la esquina de Boca y Real del Jigüe y el silencio fue roto con las voces tristes del Miserere, terminado éste, los sayones y otras personas que conducían al Señor doblaron por la calle Real, formándose la consiguiente alarma y desorganización.


“Casualmente, cuando el Señor de la Veracruz, seguido de las otras imágenes, subía Rosario para tomar por Cristo, empezó a caer fuerte llovizna y, con ese motivo, y, en vista de que la Cruz, estandartes y el párroco habían vuelto para la Iglesia, la procesión no continuó, y en consecuencia, fueron llevadas las imágenes al templo en medio de los comentarios y agitación imaginables.


“El incidente dio origen a que, al día siguiente, para solucionar el conflicto, se celebrara una reunión de autoridades municipales y eclesiásticas, periodistas, sayones y Mayordomo. Sr. José Domingo Ramos, llegándose al acuerdo de que, la procesión del Santo Entierro, ese día Viernes, 21 de abril, después del recorrido por los lugares de costumbre, hiciera otro recorrido por el centro de la ciudad; y así se verificó. Puede decirse que ha, sido la procesión. que, más tarde, ha entrado en la Iglesia y que haya recorrido mayor trayecto.


“En el año 1925 el párroco Fray Tomás Lombardero estableció innovaciones en las procesiones de la semana santa con unas advertencias que decían: "No se permitirá que ninguna señora cargue los pasos, ni que se ponga debajo de ellos. Quien tenga promesa de alumbrar a los pasos irá en la fila del grupo que se le señale; nunca, en la fila de los caballeros, irán señoras ni en la de éstas, caballeros". El viernes santo de ese año, 10 de abril por disposición del propio párroco, el orden de los pasos fue el siguiente: 1º, Cruz y Ciriales; 2º, La Bandera; 3°, San Juan; 4º, paso de Jesús Nazareno; 5º, paso de la Verónica; 6º, paso de Jesús de la Humildad y Paciencia; 7º, paso de Cristo de la Vera Cruz; 8º, paso de Nuestra Señora de las Angustias; 9º, Santo Sepulcro; y 10º, Nuestra Señora de la Soledad. Esta procesión fue -como de costumbre- por la noche, pero, por el mediodía y, con los mismos pasos, se celebró otra procesión que recorrió hasta la calle de Jesús María, frente al Parque de Céspedes y subió por Rosario hasta la parroquial, donde quedaron las imágenes preparadas para la segunda procesión de la noche. Fue esto algo extraordinario que no se había visto antes, ni después.


“Con motivo de haber ocurrido el sábado de Gloria de 1929, 30 de marzo, un incendio en la calle de Jesús María, que destruyó varios establecimientos y, entre ellos, un garage con depósito de gasolina, y habiendo sido localizado el luego por los vecinos, sin que se trasmitiera a los edificios colindantes, ni hubiera desgracias personales, para cumplir promesas hechas en los más críticos momentos al Señor de la Veracruz, se realizó una procesión extraordinaria con esta sola Imagen, el lunes 1º de abril siguiente, por la noche. En verdad, fue imponente, por la enorme concurrencia, no solamente de mujeres, sino de hombres que acudieron, pudiendo decirse que hubo más acompañantes que en las procesiones de la semana santa. El itinerario fue Desengaño y Gutiérrez, hasta Santo Domingo y, después, por Jesús María, a fin de pasar por el lugar del siniestro que, por la milagrosa intercesión del Cristo, no tuvo consecuencias mayores (4).


“Timbre de gloria son para Trinidad las procesiones de la semana santa. Es tan enorme el público que acude, que puede decirse que queden los hogares de la carrera vacos; y vienen además, cuantos trinitarios ausentes pueden hacerlo y llegan a esta ciudad infinidad de vecinos del campo y muchos forasteros, y extranjeros que tienen noticias de estas extraordinarias fiestas religiosas que forman la tradición más veneranda de la antigua, bella y romántica villa trinitaria, como la calificó el Barón de Humboldt.


“Es necesario contemplar desde algunos de los balcones típico, de la histórica calle de la Amargura, principalmente, la procesión del santo Entierro, para formarse una idea de la grandiosidad del acto. La Cruz y ciriales están doblando para tomar la calle de la Alameda; van los fieles alumbrando, en fila interminable, en las puertas de las casas, ventanas, balcones y calzadas; en las esquinas, masas humanas compactas sobre todo, en el cruce de las calles Amargura y Desengaño: y, tendiendo la vista hacia abajo hasta donde alcanzamos con ella, se contempla un cuadro deslumbrante la muchedumbre aparece como ancho brazo de mar. Por el medio de la calle de la Boca se ha detenido el Santo Sepulcro que se destaca, como ascua reluciente, por la iluminación eléctrica que se ha instalado y que llevan también las otras imágenes. Se oyen las voces quejumbrosas del Miserere y las notas, armónicamente tristes, de los violines, violones y flautas en medio de un silencio solemne, y, al ponerse en marcha de nuevo el Santo Entierro, se observan como dos constelaciones de luces paralelas: son las luminarias de los cirios que parpadean. Interrumpen el silencio las notas lejanas de las cornetas y de la orquesta que todavía están por el Calvario y que llenan el ámbito con sus sones. Continúa su marcha la comitiva procesional, y hay un momento en que parece que va a interrumpirse la solemnidad. Se oyen voces de ¡La Paloma! ¡La Paloma!... Es que la concurrencia ha visto pasar la mística representación del Espíritu Santo: una blanca paloma que, a veces, cruza la calle, se posa sobre el Santo Sepulcro y desaparece luego en lo alto. Todos los que tienen fe la han visto: es el ave portadora del ramo de olivo, símbolo de la bonanza y de la pureza y de la paz...


“Y pasa la representación de la fidelidad, el discípulo cariñoso, San Juan, que deja en las páginas místicas de su Evangelio los rasgos del dolor, del suplicio del Redentor, no can gestos de ira, sino saturados de dulzura. Y pasa, con negro y áureo manto, como la más alta representación del dolor materno; las manos enlazadas, como dos lirios mustios; el rostro, con las huellas del más grande de los dolores, como qué ha sentido la congoja más honda en su pecho, acompañando en los últimos momento; al hijo amado y, viéndolo, sangrante y martirizado, puesto en la cruz ignominiosa. Ese es el dolor que refleja la Virgen de la Soledad; el más puro de los dolores, la representación más perfecta del amor maternal que arranca de todos los labios una plegaria y pone en los ojos el rocío de unas lágrimas...


“El pueblo va de escolta, supliendo a las milicias, tropas regulares o voluntarios de otra época. Son como afluentes humanos las bocacalles;... la multitud se dirige, a veces, revuelta y tumultuosa, a "ver entrar la Procesión" y aparecen entonces la Iglesia, los alrededores y el Parque Martí como un océano inmenso que pone una nota profunda, emotiva, en el alma de Trinidad. Así revive en nuestro pueblo, años tras años, la semilla inmortal, aventada, hace dos milenios, desde las alturas del Gólgota...


PARROCOS DE LA IGLESIA PARROQUIAL
DESDE 1585 HASTA 1934 (5)

Pedro de la Sotade 1585 a 1588
Fr. Manuel de los Reyes de 1588 a 1590
Fr. Antonio del Espíritu Santode 1590 a 1594
Juan Sabidode 1594 a 1605
Baltasar Butrón de 1605 a 1612
Francisco Moralesde 1612 a 1615
Francisco Balboade 1615 a 1620
Juan Balboade 1620 a 1648
Juan Guillamas Triviñode 1648 a 1668
Juan González Pueblade 1669 a 1670
Cristóbal Fromesta Montejode 1670 a 1674
Juan Pinzónde 1674 a 1679
Lucas Ponciano Escacenade 1679 a 1719
Pedro Sánchez Santaellade 1719 a 1720
José B. Alemánde 1720 a 1725
Ledo. Antonio de Sosade 1725 a 1749
Luis Rodríguez Soride 1749 a 1779
José Antonio Silvade 1779 a 1808
José Joaquín Polode 1808 a 1830
Bachiller Tomás Muñozde 1830 a 1834
Antonio Abad Facendade 1834 a 1836
Juan Vicente Jiménezde 1836 a 1858
Ledo. Bernardo Andrés Garcíade 1858 a 1860
Andrés Mañachde 1860 a 1861
Lado. Francisco Lezade 1861 a 1883
Francisco Clarós y Ríode 1883 a 1886
Dr. Bernabé de Pinade 1886 a 1888
Lcdo. José Enríquez Y Pérezde 1888 a 1889
Rafael Toymilde 1889 a 1890
Manuel González Cuervode 1890 a 1893
Castor Hierro y Mármolde 1893 a 1899
Lcdo. Santiago Garrote y Amigode 1899 a 1903
Daniel G. Powersde abril a agosto de 1903
Lcdo. Santiago Garrote y Amigode agosto de 1903 a Octubre de 1904
Osvaldo F. Montes y Vegade 1904 a 1905
Angel Tudurí y Pererade 1905 a 1912
Miguel de Miguelde febrero a junio de 1912
Fray Amadeo Fiógere, O. Pde 1912 a 1922
Fray Teodoro Alvaro de Manuel O. Pde 1922 a 1923
Fray Tomás Lombardero O. Pde 1923 a 1925
Fray Pedro Delgado O. Pde 1925 a 1926
Fray Fabián Encina O. Pde 1926 a 1928
Fray Amadeo Fiógerede 1928 a 1930
Fray Salvador Villalba O. Pde 1930 a 1934
Fray Fabián Encina O. Pde 1934 -


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“(1) La primera noticia que aparece en las actas municipales existentes es la del Cabildo de 8 de julio de 1735 que dice: "Calles. Que en las fron-tera; de D. Manuel Salinas en una esquina de su solar se abren "hollos" para las casas que se van a fabricar y que traen perjuicio a la República y por el "Sanjón" que está inmediato a dicha fábrica impide el manejo de la calle por donde pasan las "proseciones" y comunicando el lugar a sus Mercedes para que dicten las Providencias a fin de que dicho Sanjón no impida el pasen las calles". Las "fronteras" de D. Manuel Salinas estaban en la calle de la Amargura.


“(2) En Correo de Trinidad. No. 259, Jueves 23 de febrero de 1826 se lee: "Una casa de mampostería situada en la calle de la Amargura frente a LAS TRES CRUCES y unos muebles de pulpería; impondrán en esta imprenta".


“(3) En Cabildo de lo de Agosto de 1735 se lee: "En vista do los constantes y repetido, fuegos que sufre la villa, se reúne la Sala Capitular para, que se nombrase y ,jurase para patrono al Señor San Juan de Dios para que, con más motivo, el Santo como tal abogado de los incendios, y so le haya de hacer todos los años, el Segundo día de Pascua de la Resurrección de nuestro Redentor, una fiesta con Misa cantada y procesión en la dicha Parroquia, con toda solemnidad; y que, para ello concurra este Cabildo y el de los Señores Cleros y que sólo el día anterior de la fiesta hayan de salir a pedir limosna para el costo de la cera y que no se cobren derechos algunos por la procesión nombrando al Santo como Protector para que cesen dichos fuegos".


“(4) El domingo, 5 de octubre de 1936, hubo procesión extraordinaria del Cristo de la Vera Cruz en acción de gracias por haber librarlo a Trinidad de los estragos del ciclón de 26 de septiembre, de ese año. En esa procesión fue acompañado el Cristo de la Santísima Virgen del Rosario; recorriendo las Calles de Desengaño, Gutiérrez,, Santo Domingo, Alameda y entrando por Real y Rosario, con inmenso público alumbrando las imágenes.


“El jueves santo de 1937, 25 de marzo, asistió a la procesión Monseñor Eduardo Martínez Dalmau, Ilustrísimo Obispo de Cienfuegos.


“(5) Según carta del Gobernador Manuel de Rojas al Emperador en 10 de nov. de 1534, en 14 de marzo de ese año, había en La Trinidad un fraile de la Merced. En los siglos XVII y XVIII hubo Hospicio y Comunidad franciscana, dependiendo de Santa Elena de la Florida.”




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Última Revisión: 1 de Mayo del 2005
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